“Instruye (enseña) al niño en su camino (carrera); y aún cuando sea viejo, no se apartará de él” (Proverbios 22: 6).
El énfasis en este pasaje es el llamado a los padres a instruir a sus hijos en sus caminos, por la senda correcta, lo cual subraya la importancia del rol de éstos en el proceso educativo, y coloca a la familia como la institución principal en la labor de formar a los hijos.
El cómo los padres desempeñen su rol educativo creará en los hijos una estructura metal y emocional (un sistema de vida) – una forma de ser y estar en el mundo – que acompañará al niño aún siendo viejo, para bien o para mal. Esta educación-formación recibida por el niño se convertirá en una estructura portátil que él (ella) llevará a todas partes.
La familia: la escuela más fundamental para el desarrollo de las personas efectivas
No hay otra escuela, ni laboratorio más determinante para la capacitación de las personas que el triángulo familiar (padre-madre-hijos). Privar al individuo de la posibilidad de experienciar la vivencia de crecer en familia, es anti ecológico y viola las leyes propias del ser humano. Negarle a un ser humano la vida en familia es arrebatarle el derecho a “con el pie derecho”, con la mejor opción disponible.
La familia es, por excelencia, el centro de capacitación de las personas efectivas, sanas y funcionales. La verdad es que la familia es el contexto donde las personas reciben la formación esencial para su desempeño efectivo – competencias para la vida efectiva, donde aprenden a valorar y respetar a las personas, a comunicarse asertivamente con otros, a resolver problemas, a tomar y asumir compromisos, a ser flexibles para enfrentar los cambios, a resolver problemas, a ser flexible para poner límites y respetar los límites de los otros, a trabajar con creatividad, a asumir riesgos y manejar la incertidumbre, a tomar decisiones acertadas y efectivas, a moverse con flexibilidad a los cambios del entorno, a desempeñarse con disciplina y responsabilidad, a orientarse al crecimiento, a desarrollar la conciencia de las propias necesidades y las de los demás.
La familia: el laboratorio natural para el crecimiento saludable
Manuel Barroso: “Una persona no puede vivir ni crecer sino dentro de sus contextos de crecimiento que son los laboratorios naturales de aprendizaje”.
Ni la escuela, ni ningún otro centro educativo pueden sustituir la riqueza, potencialidad y versatilidad que proporciona la vida en familia.
El hogar familiar representa la mejor oportunidad que tiene disponible el individuo para lograr un crecimiento sano y funcional. De modo que la labor de instruir y formar el carácter: Sólo puede ocurrir en el contexto de la familia.
El desarrollo de estas competencias es producto de aprendizajes de mapas (normas, valores, paradigmas) y comportamientos de efectividad experienciados en familia, que se instalaron desde su infancia, aprendidos en la cotidianidad de la vida familiar, a través de modelajes y enseñanzas de padres y vida relacional con hermanos.
Por el contrario, las carencias de enseñanza, contacto y modelaje en nuestro contexto familiar, se instalarán como debilidades e incompetencias, que darán forma a nuestra forma de ser y estar en el mundo.
Hijos que no experimentaron una saludable experiencia de ser familia, o que experimentaron el abandono o el rechazo, o que fueron maltratados, se manifiestan luego en personas inseguras, prepotentes, controladoras, conflictivas, autocráticas a ultranza, con un yo inseguro y débil, que se proyecta en manipulación, uso coercitivo del poder e injusticia.
Pero cuando en el hogar: semillero de las personas funcionales y sanas, los padres actúan con diligencia, sabiduría y amor, producen individuos que aprecian; padres cercanos forman hijos autónomos y con arraigo; padres presentes, dan lugar a personas centradas.
Serie: El Hogar: El centro de capacitación de las personas efectivas – Parte IV
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