Las conversaciones generan consecuencias, para bien o para mal. Después de una conversación, la relación no queda igual: o crece o decrece.
El cómo las personas conversan, entonces, es fundamental para los resultados que quieren generar en una relación.
Las conversaciones son un termómetro para medir las relaciones
Como dos personas se comunican es un reflejo de cómo está la relación entre ellos. El producto final en cuanto al estado de una relación, es la suma de muchas conversaciones, o la omisión o carencias de ellas; y de cómo (tono, clima, ritmo, intensidad, frecuencia) fueron esas conversaciones.
Las conversaciones son como un termómetro que permite medir el clima y estado de la relación.
Conversar es una necesidad
Los seres humanos tenemos necesidad de expresarnos (exteriorizar, desahogar, manifestar); de comunicar como un medio para entrar en contacto con nuestra realidad interior en la medida que la compartimos. De modo que dialogar de por sí es una necesidad. Al respecto comentan Aquilino Polaino y Pedro Martínez:
Tenemos necesidad de explicarnos, de que alguien nos comprenda: Necesitamos ser comprendidos o incluso sentirnos comprendidos…El hombre no puede vivir sin dialogar porque es un ser constitutivamente dialógico.
Conversar crea un espacio – tiempo para el entendimiento
Las conversaciones crean espacios para el intercambio, el conocimiento del otro (a), la creación de vínculos, la conexión y contacto con nuestro interlocutor. Conversar en sinónimo de compartir; se comparte con el otro (a) lo que otro (a) nos traslada a través de la comunicación; pero sin dialogo la relación se agota. Lo que no se comunica o conversa no forma parte de una relación.
Por otra parte, “lo que no se comunica desune, distancia, separa y aísla” (Aquilino Polaino y Pedro Martínez).
Las conversaciones pueden nutrir y sostener una relación, o pueden destruirla
Las palabras son como la nitroglicerina: pueden destruir puentes o salvar corazones.
Las conversaciones pueden consolidar amistades, resolver malentendidos y conflictos, facilitar una negociación, animar a los fatigados, enriquecer la vida de otros, planear asuntos importantes, favorecer el intercambio de ideas, expresar en forma adecuada sentimientos, obtener consensos, dar seguimiento a asuntos de interés y abrimos a posibilidades futuras. O, por el contrario, generar rencillas y conflictos, dañar a otras personas, afectar negativamente la reputación de otras personas, entre otras.
Una buena conversación puede ser la respuesta a muchas necesidades
A muchos de los problemas que tenemos le falta una conversación que agregue valor. A muchos de los problemas en nuestras familias, negocios, etcétera, le faltan conversaciones extraordinarias.
Toma, entonces, la decisión de escoger una de las conversaciones pendientes con alguien de tu equipo que está desmotivado, con un jefe que es difícil de sobrellevar, con un amigo que sabes que está metido en problemas, con un hermano o padre /madre del que no sabes nada porque dejaste de hablarle hace años, con un hijo que se siente incomprendido o actúa en forma rebelde, o con alguien con el que te resulta difícil convivir o negociar, y transfórmala en una conversación inspiradora y habilitadora que agregue valor para tu vida y la vida de esa persona.
Todos necesitamos momentos de conversaciones extraordinarias. Hay momentos en que estamos desenfocados, bloqueados, o abatidos por el fracaso, con dificultades económicas, con enfermedades o problemas familiares; y de repente alguien, a través de una conversación inspiradora, viene a propiciar una nueva perspectiva, que nos saca de ese estado y nos levanta.
Toma el tiempo y busca la oportunidad para tener esas conversaciones extraordinarias que tú o tu gente requiere.
Para reflexionar:
- ¿Cómo son tus conversaciones?
- ¿Tienes algunas conversaciones pendientes que has aplazado?
Serie: El valor de las conversaciones extraordinarias – parte I
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