La resiliencia es la capacidad del ser humano de enfrentar y sobreponerse a situaciones adversas y de alto riesgo (pérdidas, daño recibido, pobreza extrema, maltrato, circunstancias excesivamente estresantes, etc.), y generar en el proceso un aprendizaje, e inclusive una transformación.
Desarrollando resiliencia
¿Cómo promover el desarrollo y el forjamiento temprano de los pilares de la resiliencia? O, ¿cómo una persona, familia, institución o nación, logra articular y proveer alrededor de la persona que recibió el trauma, los recursos externos que le permitan retomar un tipo de desarrollo más sano y funcional?
Analicemos algunos elementos clave en el proceso:
Contexto familiar
El componente ambiental que más aporta al desarrollo de la resiliencia es la familia. Y dentro de la familia, el principal rol promotor de la resiliencia, lo constituye la madre, como cuidadora principal. Es así como la interacción funcional o disfuncional de la madre con el niño, genera en este último, los aprendizajes que conformarán el apego: la socialización, la forma de vinculación afectiva y el estilo relacional de fortaleza o debilidad, que será la base para la actuación y respuestas del individuo ante los retos y demandas del entorno. El tipo de apego que desarrolla el niño es un gran predictor de la capacidad de resiliencia futura.
El contexto familiar es decisorio para instalar las competencias para la resiliencia
Los resultados empíricos confirman que el tipo de vínculo afectivo edificado en los primeros años de vida, crean las bases para el desarrollo de una persona capaz y segura, con las fortalezas necesarias para enfrentar y sobreponerse a fuertes adversidades y experiencias traumáticas. Así, si un niño ha sido vulnerabilizado por la violencia familiar o la precariedad social en el hogar, tendrá menos recursos para manifestar resiliencia ante un trauma, y viceversa. En este sentido, más que mirar el impacto negativo del contexto en que se genera el trauma, hay que mirar en la infancia temprana, cuando el niño fue vulnerabilizado o habilitado.
Tutores de resiliencia
Otro elemento indispensable en el proceso de desarrollar resiliencia, se deja entrever en la respuesta esclarecedora aportada por Boris Cyrulnik, en una entrevista que apareció publicada en Le Figaro Magazine: «Todos pueden hacerse resilientes, pues se trata de volver a unir, dentro de lo posible, las partes de la personalidad que fueron destrozadas por el trauma. Pero la sutura nunca es perfecta y el destrozo deja rastros. Para volverse resiliente, es necesario encontrar cómo se impregnaron dentro de la memoria los recursos internos, cuál es el significado del trauma para uno, y cómo nuestra familia, nuestros amigos y nuestra cultura colocan alrededor del herido, recursos externos que le permitirán retomar un tipo de desarrollo».
Estos recursos externos que menciona B. Cyrulnik, sólo pueden ser aportados por los tutores de la resiliencia (familia, amigo, cultura).
“Si la herida es demasiado grande, si nadie sopla sobre las brasas de resiliencia que aún quedan en su interior, será una agonía psíquica y una herida imposible de curar” . B. Cyrulnik
Al respecto comenta también Ma. Elena Fuente Martínez: “En este proceso de re-construcción, la presencia de los otros es significativa, pues en soledad no es posible encontrar los recursos para sanar el dolor, necesitamos de otro para expresar, hablar, compartir, significar y construir acciones que permitan elaborar las experiencias dolorosas”.
Sentido de vida
Finalmente, dar un sentido a la vida constituye un elemento esencial que permite a la persona que ha sufrido un trauma sobreponerse. Al respecto dice Anna Forés: “Cuando la búsqueda de sentido tiene un desenlace favorable, entonces, la persona herida puede avanzar en su proceso de transformación. Al contrario, si esta búsqueda continua indefinidamente sin respuesta, sólo encontraremos una herida que nunca cicatrizará: la sensación de desasosiego y el dolor persistirá por mucho tiempo”.
Bien lo decía Nietzsche: “Quién tiene un porque vivir, encontrará un cómo”.
O dicho en palabras del Dr. Stephen Covey:”Desgraciado de aquel que no viera ningún sentido en su vida, ninguna meta, ninguna intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad en vivirla, ése estaría perdido. El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante el ser humano que le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa, no podrá nunca tirar su vida por la borda. Conoce el «porqué» de su existencia y podrá soportar casi cualquier «cómo»”.
Sin un sentido de vida, ésta se hace una carga difícil de sobrellevar
El ser humano vive permanentemente en busca de un significado que le de sentido a su vida y cuando no lo encuentra sucumbe ante las exigencias del entorno.
Como decía R. May: “El ser humano no puede vivir una condición de vacío por mucho tiempo: si él no está creciendo hacia algo, no solamente se estanca; las potencialidades reprimidas se convierten en morbosidad y desesperación y eventualmente en actividades destructivas”.
Esta realidad se hace aún más manifiesta, en situaciones de dificultad y de carencia importantes (muerte, pobreza extrema, pérdidas importantes, enfermedades, maltrato, deprivaciones, abusos, etc.).
Dice al respecto un sobreviviente de los campos de concentración nazi, y sin duda un resiliente, el Dr. Victor Frankl: “Una persona que se proyecta hacia un sentido, que ha adoptado un compromiso por él, que lo percibe desde una posición de responsabilidad, tendrá una posibilidad de supervivencia incomparablemente mayor en situaciones límite que la del resto de la gente normal”.
El sentido devuelve, pues, a la persona inmersa en situaciones devastadoras y trágicas a abrirse a los aspectos positivos y esperanzadores de la existencia.
Para reflexionar:
- ¿Tienes un sentido de propósito claramente definido?
Serie: Cómo construir resiliencia
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