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¿Cómo se desarrolla la resiliencia?

La resiliencia es la capacidad del ser humano de enfrentar y sobreponerse a situaciones adversas – situaciones de alto riesgo (pérdidas, daño recibido, pobreza extrema, maltrato, circunstancias excesivamente estresantes, etc.) y generar en el proceso un aprendizaje, e inclusive una transformación.

¿Cómo se desarrolla la resiliencia?

 ¿Está la resiliencia influida por factores congénitos (aspectos constitucionales, atributos personales)? ¿Se puede cultivar la resiliencia? ¿Qué determina el que algunas personas logren resiliar sus experiencias traumáticas, mientras que otras sucumban, dada su vulnerabilidad, ante ellas? ¿Qué incide para que personas que nacieron y se criaron en situaciones de alto riesgo, se hayan desarrollado psicológicamente sanos y exitosos? ¿Existen factores sociales (ambiente familiar, social y cultural) o intrapsiquicos que tienden a crear resiliencia en algunas personas? ¿Está restringido el desarrollo de la resiliencia a ciertas etapas específicas de la vida? Estas inquietudes surgen al hablar de este tema.

La resiliencia se teje entre la persona y su entorno

Ante todo, diremos que no se nace resiliente. La resiliencia no es una especie de fortaleza biológica innata, tampoco se adquiere como parte del desarrollo natural de las personas. La resiliencia no es una competencia que se desarrolla fuera de contexto, por voluntad de la persona. No la construye la persona por sí sola, sino que se da en relación con un ambiente determinado que rodea al individuo, antes y después del trauma.

“La resiliencia es un proceso dinámico, que tiene lugar a lo largo del tiempo, y se sustenta en la interacción existente entre la persona y el entorno, entre la familia y el medio social. Es el resultado de un equilibrio entre factores de riesgo, factores protectores y personalidad de cada individuo, funcionalidad y estructura familiar” (Alicia Engler).

La resiliencia se desarrolla en forma contextualizada

Por otra parte, no hay un patrón o fórmula fija para edificarla, sino que cada persona va desarrollándola de acuerdo a sus necesidades, y atendiendo a sus diferencias culturales, en función del contexto donde le toca vivir. En este sentido, el contexto cultural juega un papel fundamental en cómo cada persona percibe y lidia con la adversidad y las experiencias estresantes con que la vida la confronta. De modo que cada persona desarrolla sus propias estrategias para resiliar las experiencias traumáticas. De cualquier modo, depende de cómo se dé la interacción entre la persona y su entorno.

Al respecto comenta Boris Cyrulnik: “La resiliencia se teje: no hay que buscarla sólo en la interioridad de la persona ni en su entorno, sino entre los dos, porque anuda constantemente un proceso íntimo con el entorno social”.

En palabras del biólogo Maturana, es un “baile entre los dos”.

Factores clave para catalizar la resiliencia en las personas

Según el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik existen dos factores que propician la resiliencia en las personas:

El apego seguro

Si la persona en su infancia temprana pudo tramar un principio de personalidad, a través de un apego seguro (forma de vincularse emocionalmente y socializar), el cual se forja en la relación con el otro (cuidador), mediante una interacción e intercambio que teje la resiliencia desde la comunicación intrauterina, pasando por la conexión con el cuidador, especialmente la madre, que provee seguridad afectiva en los primeros años de vida. Este tipo de interacción se convierte en un mecanismo de protección.

Los estudios demuestran que cuando los niños logran establecer en sus meses y años más tempranos, un vínculo seguro como apego (seguridad, confianza en el cuidador, etc.), esta condición actúa como un predictor de su capacidad de resiliencia. La evidencia empírica muestra que los niños resilientes, aquellos que lograron establecer un apego seguro, manifiestan tener competencias para la interacción personal, la socialización, la fortaleza para sobreponerse a las adversidades, la autorregulación afectiva, la orientación hacia los recursos sociales, la autoestima sana, la creatividad y el ingenio para sortear obstáculos, entre otras.

Apoyo de tutores de resiliencia

Si luego del “estropicio” (experiencia traumática), se organiza alrededor de la persona, una red de “tutores del desarrollo”, vale decir, la posibilidad de agarrarse o sostenerse de alguien o algo. Este algo o alguien del cual asirse se convierte en un tutor de la resiliencia, que promueve o provoca el desarrollo psicológico sano y funcional después del trauma. Este cuidador actúa como el medio para que el niño desarrolle un sentido de vida e identidad. En el momento del trauma, la existencia de tutores de resiliencia, sirven como apoyo fundamental para ayudar al individuo a recuperar el sentido de la vida.

En palabras de Boris Cyrulnik, se requiere de «alguien que les marque la vida en forma positiva, en el plano de los afectos».

El apoyo afectivo después del trauma es clave para la recuperación.

Para reflexionar:

Serie: Cómo construir resiliencia

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