“Si hablamos de emociones buenas y emociones malas, les damos una valoración moral que nos impide comprender su razón de ser. Y ésta es una lección inadecuada que aprendemos desde niños. El problema es que cuando pienso que una emoción es mala tiendo a eliminarla, así que me pierdo la posibilidad de aprender lo que tiene para enseñarme, y entonces en lugar de aprovecharla sólo la padezco” (Nolberto Levy).
Las emociones no son ni buenas ni malas, ni positivas ni negativas. La neuroanatomía de las emociones no admite calificativos morales. Las emociones constituyen un componente fijo de nuestro programa de comportamiento. No son optativas.
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