Cualquiera puede ponerse furioso…es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de forma correcta…eso no es fácil. Aristóteles, Ética a Nicómaco
Qué es el enojo
El enojo es una emoción “caliente” e intensa. Es una emoción que descarga energía psíquica y física con la finalidad de ataque o defensa. Puede surgir es situaciones donde nuestros límites son transgredidos, o nuestros derechos son traspasados; situaciones que evaluamos como injustas, como un agravio u ofensa recibidos. El enojo tiene como función la defensa y el sorteo de impedimentos que obstaculicen alcanzar los objetivos deseados.
Surge ante una situación que nos genera frustración e impotencia. Al respecto comenta Norberto Levy:
Cuando la energía del deseo que se encamina hacia su realización encuentra un obstáculo, la obstrucción que éste produce genera una sobrecarga energética en ese deseo. Esta sobrecarga es lo que llamamos enojo.
Podríamos decir que el enojo es un impulso frustrado, por expectativas no cumplidas, o al no poder satisfacer una necesidad, que se sobrecarga energéticamente.
El enojo puede surgir también cuando nos sentimos dolidos o asustados. Es una forma de convertir el dolor en algo más manejable. “Se puede también utilizar para tapar emociones, cubrir y ocultar sentimientos más profundos. Para tapar la vulnerabilidad, la inseguridad o el complejo de inferioridad. Para enmascarar el miedo, la tristeza o el dolor. En estas situaciones es una huida hacia delante” (Bizcarra). Se pude utilizar para tapar emociones, cubrir y ocultar sentimientos más profundos. Para tapar la vulnerabilidad, la inseguridad o el complejo de inferioridad. Para enmascarar el miedo, la tristeza o el dolor.
Mapas culturales sobre el enojo
En algunos contextos el enojo no es socialmente aceptada, más aún es considerada como algo malo o negativo que hay que tratar de evitar o refrenar, lo que conlleva a reprimirla o “tratar de controlarla”. Mucha gente trata el enojo como si fuera un invitado indeseable que hay que tratar de camuflar o apaciguar.
Estas personas tienen mapas o moldes permeados por prejuicios y creencias erróneas sobre el enojo, asociándola a violencia, pleitos, irracionalidad, o estados de ánimo indeseables como el rencor, el odio patológico y la amargura. “La rabia es una emoción que no llevamos bien, porque muchas veces acarrea un sentimiento de culpa. En esta sociedad de tradición judeo-cristiana la rabia es algo que no acabamos de aceptar; está mal vista y tendemos a reprimirla o suprimirla” (Bizcarra).
Componentes de la expresión del enojo como función resolutiva
Según el Dr. Norberto Levy la expresión del enojo para dar lugar a una función resolutiva tiene cuatro componentes (adaptado de N. Levy):
Desde el punto de vista químico, ante la presencia de un obstáculo vivido como amenaza, el organismo segrega adrenalina y noradrenalina, los neurotransmisores que posibilitan los comportamientos de alerta y actividad, de confrontación y lucha. El obstáculo produce una herida en el impulso, lo desorganiza. El efecto de esa desorganización es la frustración. El propósito de esa sobrecarga es darnos más fuerza (un plus de energía) para acometer y desestructurar al obstáculo que nos impide alcanzar el objetivo.
- Descarga
La sobrecarga de los impulsos frustrados requiere experimentar un alivio. El propósito de esta clase de reacción es descargar al sistema de la sobrecarga (componente químico o sustrato biológico del enojo) a la que está sometido. Equivale a abrir una válvula que desahoga la presión. Es una especie de catarsis. Sin embargo, la catarsis no es terapéutica por sí misma, a menos que vaya acompañada de toma de conciencia. Por eso es importante avanzar en los otros componentes. Sin dejar de reconocer que la descarga de la tensión permite que el sistema vuelva a recuperar el estado más adecuado para su funcionamiento. Esta fase es muy importante y permite encarar en mejores condiciones las otras etapas del enojo. El problema es que muchas veces reprimimos la descarga, por no desarrollar canales de expresión. La descarga se convierte en algo destructivo cuando queda adherida al deseo de hacer sufrir y castigar al otro por lo que hizo. Lo que hace daño del enojo es la acción destructiva sobre el otro o sobre uno mismo, no la descarga en sí misma.
La descarga puede lograrse aparte de la persona que actúo como estímulo de la sobrecarga, por ejemplo, a través de ejercitar el cuerpo, gritar, golpear algo, etc.
- Hacerle saber al otro (a) el impacto que su acción ha producido en nosotros o, lo que es lo mismo, qué sentimos a causa de lo que hizo
El cómo es la forma (palabras, gestos, tono de voz) de hacerle conocer al otro el impacto de la acción que hizo, afecta el camino que sigue el enojo. Ya este paso es una descarga emocional. La idea es transmitir o nombrar lo que hizo sin descalificación ni enjuiciamiento.
Es importante destacar que la inhibición o represión de una o ambas de las etapas o componentes antes citados, contribuye a que la manifestación del enojo resulte disfuncional.
- Propuesta resolutiva
Consiste en la formulación de una propuesta para reparar lo reparable de la situación, y evitar que vuelva a repetirse la situación.
- El deseo de castigar al otro por lo que hizo
Los tres primeros mecanismos son funcionales en tanto contribuyen a la resolución del problema. Pero esta es una opción disfuncional de manejar el enojo, en cuanto contribuye a agravar la situación.
Aquí el centro está puesto en hacer sufrir al otro. Lo hacemos a través de insultos, enjuiciamientos y descalificaciones, y en forma agravada a través de la violencia.
Gestión del enojo
El enojo no es un fin en sí mismo, sino en última instancia un medio para resolver un problema. El enojo se convierte en un fin en sí mismo cuando nos olvidamos, nos desconectamos del tema que ha provocado nuestro enojo y parece que sólo queremos herir a quien nos ha irritado. Es importante destacar que la función original de esa sobrecarga de energía es asegurar la realización del deseo o necesidad amenazada o truncada. Lo que ocurre es que al no saber cómo implementar adecuadamente tal sobrecarga de energía, en lugar de contribuir a la resolución del problema a menudo aquélla se convierte en un problema más.
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