“La integridad es un factor de producción tan importante como el conocimiento o la tecnología”. Michael Jensen
Hoy en día hay vivimos una gran crisis de confianza en las relaciones y los negocios. Los escándalos ocurridos en los últimos años en el mundo político, en las instituciones públicas, en los negocios y en las organizaciones en general, han generado recelo en los inversionistas, los consumidores, los ciudadanos y el público en general, por la falta de integridad mostrada.
Actuar con integridad es una inversión rentable
La integridad es un factor de producción y negocio tan importante como el dinero, los sistemas, los procesos de trabajo y la tecnología. Donde no hay integridad no hay confianza, y sin confianza los controles, la burocracia y, por ende, los costos aumentan. Sin integridad la reputación se desmorona, y los costos reputacionales son muy altos.
La falta de integridad (doble moral, practicar la mentira, relajar los valores, la deshonestidad, la corrupción, la falta de transparencia, entre otros) y la desconfianza asociada a ella, se convierte así en un pasivo difícil de provisionar; un impuesto muy alto a la prosperidad y a la productividad. Ese impuesto se expresa en la forma de pérdida de clientes, desmotivación de los trabajadores, percepción negativa del mercado, descontento de la ciudadanía, relaciones frágiles, entre otros.
El impacto de la integridad
“Vivimos en un mundo absolutamente conectado y transparente, en el que las empresas han dejado de ser fortalezas y sus muros se han convertido en paredes de cristal. Todo lo que ocurre en ellas es susceptible de saberse y se sabrá. La autenticidad y la integridad son el pasaporte para despertar la confianza y la credibilidad, generar reputación, atraer y comprometer talento, y asegurar la excelencia y la sostenibilidad”. Gema Monedero
Actuar con integridad en los negocios y en la vida en general, no es un asunto con puras implicaciones ético–morales, sino que tiene importantes repercusiones legales, económicas, sociales y relacionales.
Las investigaciones demuestran que la integridad es rentable
Un reciente estudio del profesor de la Universidad de Cornell, Tony Simons, publicado en el libro “El dividendo de la integridad”, muestra, tomando como ejemplo 76 franquicias hoteleras, cómo aquellos con mejor calificación dentro de sus empleados en la escala de integridad, tenían retornos económicos superiores. Simons ha descubierto que los empleados que creen que se puede contar con sus gerentes para mantener su palabra, muestran un compromiso más profundo con el negocio, lo que lleva a una menor rotación de empleados y un servicio al cliente superior, lo que a su vez resulta en una mayor rentabilidad.
En esa misma línea de investigación, según un informe de Ethisphere Institute (World’s Most Ethical Companies®), organismo dedicado a la creación, promoción y difusión de las mejores prácticas en responsabilidad social corporativa, lucha contra la corrupción y sustentabilidad, se demuestra que las empresas con mejores estándares en el terreno ético, tienen un beneficio superior al resto de las empresas. Ethisphere monitoriza anualmente la evolución del valor en bolsa de los premiados cotizados en comparación con el índice de empresas de gran capitalización de EE. UU. y ha concluido que las compañías más éticas de 2019 superaron al Índice de Empresas de Gran Capitalización de EE.UU. en un 14,4% a cinco años y en un 10,5% a tres años.
En relación con estos resultados dice el director ejecutivo de Ethisphere, Timothy Erblich:
«Los inversores y los mercados financieros están demostrando que las empresas que operan con transparencia e integridad tienen un mejor desempeño en el largo plazo”.
La integridad es esencial para generar confianza
El mayor beneficio de la integridad es la confianza que genera. No hay un sustituto de la confianza, y no hay confianza sin integridad. La integridad genera confianza y, desde ella, se construye la reputación corporativa, convertida hoy en una clara ventaja competitiva. Y es que la gente quiere vincularse a organizaciones con buena reputación, con las que compartan valores que sean capaces de ganarse su credibilidad y confianza. Es ese posicionamiento en la confianza el que hace que se aprecie el valor de las acciones en los mercados, que los clientes mantengan una fidelidad hacia una marca, y que los trabajadores deseen continuar en una organización.
En el nivel más básico, todas las relaciones comerciales se basan en la confianza. Esto es cierto tanto para las relaciones empleador-empleado como entre empresa-cliente. Sin confianza no se puede edificar una empresa, gobernar una nación, ni mantener una relación.
«La desconfianza lo relentiza todo y aumenta los costos, pero lo contrario es igualmente cierto. La confianza lo acelera todo y reduce los costos. Si se confía en alguien, se puede cerrar un contrato con esa persona en cuestión de segundos y con sólo un apretón de manos…La confianza afecta siempre a dos resultados cuantificables: la velocidad y los costos. Cuando la confianza desciende, también lo hace la velocidad, al tiempo que suben los costos». S Covey
La confianza crea un ambiente que favorece la productividad y la efectividad organizacional. Por el contrario, cuando no hay confianza, los costos se hacen más altos, se requieren más controles y el trabajo en equipo se hace más dificultoso. En palabras de S. Covey:
Nada es tan rentable como la economía de la confianza. Y nada es tan relevante como los líderes y las organizaciones que tienen la competencia de la confianza. La confianza es la única cosa que cambia todo y la única cosa que energiza las relaciones.
Sin integridad no hay buena reputación
Hoy en día, ante tantos escándalos de corrupción, la buena reputación se ha convertido en un activo valiosísimo. Alguien dijo:
“El capital en reputación no figura en los balances de las empresas, pero no tardará mucho en hacerlo”.
La ausencia de buena reputación castiga las ganancias, y es castigada por los consumidores. La reputación está conectada a las operaciones y a la rentabilidad. Cuanto mayor sea la reputación de una empresa, más negocios atraerá. Cuanto menor es la reputación de una empresa, más difícil es para la empresa obtener y retener clientes y empleados. Ahora, no hay buena reputación sin ética e integridad.
Cuando una empresa actúa con integridad, construye relaciones de confianza con los empleados y los clientes. Su reputación se eleva como resultado de esto, afectando positivamente la productividad y las ventas. Pero cuando una empresa no actúa con integridad, la opinión del público sobre el negocio se vuelve gradualmente más y más negativa. Con el tiempo, esto puede significar que los clientes se alejen y los empleados se vayan, lo que reduce drásticamente el margen de beneficio de la empresa.
La reputación confiable, pues, se convierten en una moneda que tiene un valor significativo en la nueva economía.
Concluimos con el rey Salomón, el hombre más sabio y rico de su tiempo.
“Las riquezas mal habidas no tienen ningún valor duradero; pero vivir debidamente puede salvar tu vida” (Proverbios 10:2).
Lo que se construye sin sentido ético, obviando la verdad y el recto proceder, tiene poca duración en el tiempo. En palabras del rey Salomón: “Tal vez sea agradable ganarse el pan con engaños, pero uno acaba con la boca llena de arena” (Proverbios 20:17). Por el contrario, gestionarse con integridad en las actividades empresariales y mercantiles es un buen negocio.
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