“El capital social se refiere a las redes y relaciones que fomentan la confianza y la reciprocidad y conforman la calidad y cantidad de las interacciones sociales en una sociedad” (Banco Mundial).
Hoy en día hay vivimos una gran crisis de confianza en las relaciones y los negocios. Los escándalos ocurridos en los últimos años en el mundo político, en las instituciones internacionales (FIFA, bancos, entre otros), en los negocios (Enron, WorldCom Tyco, entre otros) y en las organizaciones en general, han generado recelo en los inversionistas, los consumidores, los ciudadanos y el público en general. Ese hecho genera un impuesto muy alto a las transacciones, generando una cadena de improductividad e inefectividad.
Sin confianza no se puede edificar una empresa, gobernar una nación, ni mantener una relación.
«La desconfianza lo relentiza todo y aumenta los costos, pero lo contrario es igualmente cierto. La confianza lo acelera todo y reduce los costos. Si se confía en alguien, se puede cerrar un contrato con esa persona en cuestión de segundos y con sólo un apretón de manos…La confianza afecta siempre a dos resultados cuantificables: la velocidad y los costos. Cuando la confianza desciende, también lo hace la velocidad, al tiempo que suben los costos». S Covey
¿Qué es la confianza?
Es difícil definir la confianza, pero la gente sabe cuándo la tiene y cuándo está ausente. Se nota en la forma cómo la gente interactúa: espontaneidad – autenticidad o comportamiento estereotipado, apertura o hermetismo, sinceridad o camuflaje; y en cómo las organizaciones funcionan: reducción o aumento de costos, reducción o aumento de papeleos y procedimientos de validación, alta o baja rotación de personal, entre otros. Se hace evidente ante el espíritu de cooperación y compromiso que manifiesta la gente, o por la ausencia de estos elementos. Se observa en el clima organizacional, se percibe en la forma cómo reacciona el mercado; en la reputación de la empresa. La presencia o ausencia de la confianza es evidente.
Podríamos decir que la confianza es un activo intangible en las organizaciones, no contabilizado ni registrado en los estados financieros, pero con un gran impacto en la efectividad organizacional y el valor agregado. La confianza es vital para el funcionamiento efectivo de una organización. La confianza es el combustible que mueve las organizaciones. Por el contrario, la falta de confianza se traduce en exceso de burocracia e inefectividad, y en un obstáculo para el despliegue de un liderazgo eficaz. Sin confianza no hay influencia, y sin influencia no hay liderazgo.
La confianza crea un ambiente que favorece la productividad y la efectividad organizacional
Por el contrario, cuando no hay confianza, los costos se hacen más altos, se requieren más controles y el trabajo en equipo se hace más dificultoso. En esta línea de pensamiento dice Francis Fukuyama:
“La desconfianza generalizada en la sociedad (…) impone una especie de impuesto sobre todas las formas de actividad económica, un impuesto que las sociedades de alta confianza no tienen que pagar”.
Ese impuesto se expresa en la forma de pérdida de clientes, desmotivación de los trabajadores, percepción negativa del mercado, entre otros.
Ahora, la confianza debe ser forjada. No es algo que se decreta. La gente tiene que ganarse el derecho de que otros confíen en ella. Y eso va de la mano con la práctica de la transparencia, la integridad, la verdad, la competencia y las buenas prácticas, entre otros factores.
La confianza es más que una virtud social deseable. Es un motor económico, un factor indispensable en los negocios en estos tiempos, una habilidad que se aprende, un clima y atmosfera que se construye, que se puede cuantificar y que incrementa la rentabilidad en las organizaciones y hace las relaciones más dinámicas y efectivas.
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