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Cómo desarrollar un sentido de propósito

El propósito le da sentido y empodera nuestra vida

El propósito crea mucho significado. Convierte trabajos en llamamientos. Joey Reiman

Sin un sentido de propósito se hace difícil asumir a plenitud la gestión de nuestra vida, establecer prioridades, alinearnos con nuestra vocación, y enfocarnos en los asuntos medulares e importantes de nuestra vida. Más aun, sin un propósito la vida se llena de frustración, de aburrimiento, de vacío existencial; se convierte en una carga pesada difícil de sobrellevar. La falta de propósito empuja al hombre a vivir una vida disoluta, egoísta y utilitaria; carente de compromiso y responsabilidad genuina. Por el contrario, “cuando la vida tiene sentido, puedes soportar cualquier cosa. Cuando no lo tiene, resulta insoportable” (Rick Warren). En palabras de F. Nietzsche:

“Quien tiene un por qué vivir, encontrará un cómo”.

Cuando tenemos un propósito, la vida cobra sentido; y nos inspiramos más allá de las circunstancias y los resultados. También nos hacemos más fácilmente responsables de nuestras acciones cuando encontramos un sentido a lo que hacemos, cuando percibimos que lo que hacemos tiene un propósito que armoniza con lo que nosotros somos y con nuestros valores. Como dice Victor Frankl:

“No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona para sobreponerse a las dificultades externas y a las limitaciones internas, como la conciencia de tener una tarea en la vida”.

Cuando tenemos un propósito de vida nos hacemos más intencionales y proactivos. También más direccionados y efectivos, porque cuando el para qué – el propósito – está claro, es más fácil enfocarse; también se tiene más claridad del cómo: métodos, estrategias, sistemas, etcétera; o en todo caso, se cuenta con la energía, la motivación y el impulso para construir el cómo.

Componentes del propósito de vida

El propósito termina representado por la convergencia de áreas vitales en nuestra vida, que crean correlaciones significativas y que señalan desde cada una al propósito. Es como si se creará un vínculo común entre las diferentes dimensiones. Todas estas dimensiones forman parte de nuestro potencial.

Examinemos estos componentes que resultan de convergencias vitales en la persona.

Misión

Es lo que hacemos para alcanzar nuestro propósito en un periodo de tiempo. Si el propósito es el por qué hacemos las cosas, la misión se trata de qué cosas hacemos. Es la síntesis de lo que amamos hacer y que se conecta con necesidades en el entorno.

La misión responde a las preguntas: ¿qué hacemos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Para quién lo hacemos? ¿Para qué lo hacemos? Cuatro preguntas básicas que debe responder nuestra misión para que se operacionalice en forma adecuada: qué hacemos (tarea que desempeñamos), cómo lo hacemos (medios, recursos, métodos; rol que desempeñamos), para quién lo hacemos (target de nuestro accionar) y para qué lo hacemos (la razón de nuestras actuaciones).

Pasión

La pasión se evidencia en aquello que amamos hacer. En el deseo y entusiasmo por hacer determinadas cosas. Me gusta definirla como emoción con sentido de dirección. La pasión es un impulso focalizado en una dirección. Es la energía de la vida que nos motiva a hacer algo.

Esa pasión se conecta con aquello que representa nuestro diseño en términos de talentos y habilidades naturales: aquello con lo que hemos sido dotados para hacer bien. No hay nada que despierte más la pasión que conectarnos con lo que estamos habilitados en forma natural para hacer. Y es que, en el área de nuestro talentos y habilidades, estamos y somos más intuitivos, productivos, influyentes, realizados, satisfechos, naturales (auténticos) y competentes.

Es esencial, entonces, identificar y desarrollar nuestros talentos y habilidades naturales, añadiéndoles conocimiento y destrezas a través de la práctica, hasta el punto de convertirlas en fortalezas.

Vocación

Es la inclinación a emprender una actividad o dedicarse a una determinada forma de vida, o un determinado tipo de trabajo.

Si la pasión es la fuerza del corazón como fuente de energía; el elemento actitudinal necesario para el desarrollo de la misión. La vocación es la fuerza de la razón como fuente de motivación. Representa también la parte aptitudinal para el desarrollo de la misión.

La vocación se alimenta de fuerzas internas y externas. Las fuerzas externas se relacionan con las necesidades que hay en el mundo, hacia las cuales la persona tiene un interés especial para marcar una diferencia en la satisfacción de esas necesidades. Las fuerzas internas se relacionan con los talentos y habilidades naturales con que se cuenta. Así, a partir de la vocación, con la ayuda imprescindible de la pasión, se podrá definir la misión que dará forma al propósito, lo cual se traduce en forma práctica en un rol a desempeñar u ocupación – profesión que ejecutará la vocación.

 Ocupación

 Representa, pues, el rol o profesión a desempeñar o forma de llevar a cabo la misión. La profesión se apoya en el talento, en la medida que éste se desarrolla con la adquisición de conocimientos y destrezas prácticas.

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