Crecer es un proceso, no un acto
El caso del bambú chino
Muchos conocemos el relato del bambú chino. La semilla del bambú se siembra, se riega y se cuida por un año y no aparece nada. No hay señal de vida. Se riega y se cuida otro año y todavía no se ve el resultado. Todo el crecimiento es subterráneo: una compleja estructura de raíces, que se extienden vertical y horizontalmente a través de la tierra, está siendo construida. Durante el quinto año de pronto aparece el bambú chino y crece 30 metros en seis semanas. Por cinco años el bambú chino se prepara para un tremendo crecimiento. En esos cinco años no se ve nada, salvo un pequeño brote, pero un sistema de raíces se está desarrollando para sostener el crecimiento extraordinario que se llevara a cabo en seis semanas.
Muchas cosas en la vida personal y profesional son iguales al bambú chino. Trabajamos, invertimos tiempo, realizamos grandes esfuerzos, hacemos todo lo necesario para nutrir su crecimiento y, a veces, no vemos nada durante semanas, meses, e inclusive años. Pero si tenemos paciencia para continuar trabajando, persistiendo y nutriendo, sin desenfocarnos; si se trabaja a conciencia con una visión clara, con objetivos bien definidos, en forma sistemática, manteniendo claros los valores personales, y éstos están conforme a principios, el quinto año llegará, y con él los resultados esperados.
La gente de mayor éxito en nuestra sociedad, piensa siempre a largo plazo, con visión de futuro
Están dispuestos a sacrificarse en el corto plazo para disfrutar mejores recompensas a largo plazo. Este enfoque lleva implícito el concepto de gratificación diferida, vale decir, la actitud de retardar la gratificación, en aras de cosechar resultados de largo alcance; de construir obras y vidas sólidas y duraderas, que puedan trascendernos a nosotros mismos: familias, negocios, carreras profesionales, etcétera.
El principio del bambú chino
“El principio del bambú chino” exige paciencia, perseverancia y un enfoque de largo plazo. ¿Qué pasaría si al segundo o al tercer año usted hubiese dejado de regar el bambú chino? Nunca se cosecharían los resultados del quinto año. Como occidentales hemos sido formados para cosechar resultados a corto plazo. No cuesta pensar con mentalidad de largo plazo. Nos orientamos con una mentalidad que busca la gratificación inmediata. Es bueno tener sentido de urgencia, pero no de inmediatez. La inmediatez busca resultados a corto plazo, generalmente, con poco esfuerzo.
Si queremos cosechar resultados que perduren en el tiempo, debemos asegurarnos que estamos construyendo fuertes y profundos cimientos y en ese caso, estar conscientes de que esa labor lleva tiempo. La pregunta es ¿Cuánto tiempo está dispuesto a esperar usted?
“…Es como plantar un árbol. Si lo cortas cuando echa las ramas, puede ser utilizado para hacer fuego; si lo cortas cuando va a alcanzar su pleno desarrollo, puede ser utilizado para hacer una balsa; si lo cortas cuando es más fuerte, puede ser utilizado para hacer vigas; si lo cortas cuando es viejo y grande, puede ser utilizado para hacer columnas” (Jiantang).
¿Quiere madera para hacer leña o quiere madera para hacer columnas?
El desarrollo del carácter, así como el crecimiento espiritual, emocional y cognitivo, lleva tiempo. Implica un proceso continuo, gradual, progresivo y de maduración. No viene a través de la adopción de recetas fáciles y rápidas – formulas prefabricadas. No hay soluciones o recetas instantáneas (cursos, recetarios, formulas, nuevas técnicas, etc.). No por realizar algún taller o curso de mejoramiento personal, ya somos maduros de carácter. Niveles altos de desempeño, demandan consecuente dedicación a este proceso. No se puede improvisar. No podemos saltar u omitir algunas etapas del proceso y pensar que al final obtendremos resultados óptimos y perdurables en el tiempo.
El éxito y la madurez se desarrolla diariamente, no en un día; es un proceso, no un acto instantáneo
Para entender lo antes expuesto, me justa ejemplificarlo con el sistema productivo de una granja. Para cosechar algún fruto de la tierra, se precisa cumplir algunos pasos básicos e indispensables: preparar la tierra, sembrar las semillas, desbrozar la tierra, regar con agua y luego abonarla gradualmente, además de cumplir con algunas condiciones de humedad y sol, para finalmente cosechar. Si usted salta alguna etapa en este proceso, el resultado será una cosecha raquítica o nula. De hacerlo estaría violando algunas leyes naturales, que actúan en forma silenciosa pero certeramente y son las que determinan los resultados. “¿Puede imaginar una situación de indolencia y acumulación de trabajo en una granja? ¿Olvidar todo el verano y realizar todo el trabajo en invierno, es decir, arar la tierra, arrojar las semillas, regar y cultivar con la esperanza de obtener una abundante cosecha del día a la noche?”.
El ejemplo del labrado palestino
Crecer en lo fundamental (carácter, competencia profesional, liderazgo, etcétera), demanda desarrollar lo que yo llamo “actitud de labrador”, la cual implica un desarrollo de la paciencia. En la Biblia, en el libro de Santiago 5:7b-9, encontramos una invitación a ponderar y reflexionar sobre la vida del campesino de Palestina.
El pequeño agricultor plantaba escasa semilla poniendo en ello su esperanza. Durante las últimas semanas previas a la siega, toda su familia podía pasar hambre. Año tras año, la vida de la familia dependía de la siega. En su paciencia, él reconocía que la siega era “el precioso fruto de la tierra”. Esta frase sugiere que la última parte del proceso estaba fuera de su poder. Él debía cumplir con una parte del proceso: preparar la tierra, plantar la semilla; pero nada de lo que él pudiera hacer apuraría la siega. Sólo podía esperar con paciencia. Todo el proceso no llegaba a nada a menos que el sembrado recibiera “la lluvia temprana y la tardía”. En Palestina la lluvia temprana comenzaba en octubre o noviembre, y ablandaba la tierra endurecida que se había cocinado bajo el sol implacable. Era el momento de arar la tierra y sembrar la semilla, pero el proceso no terminaba allí. A menos que llegará la lluvia tardía la semilla no germinaría. La lluvia tardía que desarrollaba el grano y maduraba la cosecha caía en marzo y abril.
Dice S Covey:
“A corto plazo es posible recurrir a las soluciones instantáneas con aparente éxito. Podemos impresionar, conducirnos con encanto. Podemos aprender técnicas de manipulación: empujar tal palanca, oprimir tal tecla para obtener la reacción deseada. Sin embargo, a largo plazo, rige la Ley de la Cosecha en todos los ámbitos de la vida. Y no existe forma de falsificar la cosecha”.
Debemos entender que no existen fórmulas mágicas para solucionar nuestros problemas ni para el crecimiento perdurable. No podemos obtener resultados duraderos tomando atajos ni adoptando recetas rápidas. “Todo lo que se precipita a la madurez probablemente perecerá pronto. Todo lo que se realiza con prisas será seguramente destruido con facilidad. Lo que se hace sin consideración del largo plazo y se termina apresuradamente carece de grandeza y de largo alcance” (Ying Shaowu). Lo único que resiste el paso del tiempo es la Ley de la Granja, vale decir, regir nuestras vidas por principios, respetar las leyes naturales y esforzarse con visión clara y de largo plazo.
Para crecer hay que pensar con criterio de “gratificación diferida”; es como sembrar hoy para cosechar mañana, conservando en el proceso la natural paciencia del campesino, que entiende que el recoger fruto requiere de un proceso que toma su tiempo; significa invertir tiempo, dinero, esfuerzo, lo que por el momento puede no parecer productivo, a fin de recibir después más.
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