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El valor del perdón

Se escuchan y se leen muchas definiciones acerca de que es el perdón. Muchas personas hablan del perdón e incluso declaran practicarlo, pero en muchos casos tienen una definición muy ligera, conceptual y alejada de la experiencia personal. El perdón no es un concepto superficial, ni una simple práctica religiosa, ni una mera reflexión ética y filosófica, ni tampoco una técnica terapéutica más. El perdón toca y compromete lo más hondo e íntimo del ser humano. Es un proceso que es más que la sumatoria de esas perspectivas. El perdón es una profunda experiencia emocional y espiritual.

¿Qué es el perdón?

El perdón es una decisión personal, en la que se suelta la ofensa y el agravio, renunciando a los sentimientos de resentimiento y a los deseos de venganza. Esta acción se convierte en un proceso liberador, que genera un efecto sanador, que tiene el potencial de traer restauración a las personas involucradas, y aún dar lugar a la reconciliación. Perdonar consiste en un cambio de conductas destructivas voluntarias dirigidas contra el que ha hecho el daño, por otras constructivas.

¿Qué no es el perdón?

El perdón no implica olvidar lo que ha pasado

Ni olvidar es indispensable para perdonar.  Perdonar más que olvidar es sanar lo recuerdos. El perdonar no borra el mal recibido, ni quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho. El perdón no borra el pasado. Perdonar es “soltarse”. Esa es la idea central. No es olvidar sino soltarse de la situación dolorosa y del ofensor. Soltarse de la situación que nos mantiene atados al pasado.

Olvidar priva del aprendizaje de la experiencia vivida.  El perdón no es un simple olvidar. Muy por el contrario, el perdón es un proceso profundo e íntimo que incluye la afectividad, la cognición y la conducta. No es en lo absoluto “borrar la ofensa”, condonar, o excusar.

El perdón implica una renuncia a los deseos de venganza, al rencor y al odio; pero no implica olvidar. Perdonar implica dejar atrás – no traer a memoria -, pero luego de haber procesado la experiencia que produjo el dolor y haber cerrado las situaciones abiertas asociadas a la ofensa o agravio recibido.

Perdonar no es confiar automáticamente

Perdonar no es lo mismo que confiar en la persona. La confianza se basa en el comportamiento de una persona con base a unas expectativas, por un periodo prudencial de tiempo, para que la persona se haga confiable y predecible nuevamente.

La confianza se forja con las acciones y comportamientos manifestados; se instala a través del comportamiento congruente a lo largo del tiempo.  El perdón se otorga, pero la confianza se recupera. El perdón es la respuesta moral de una persona a la injusticia que otra ha cometido contra ella; no es un voto de confianza.

Perdonar no es lo mismo que reconciliarse

La reconciliación es un proceso de dos personas, a diferencia del perdón que es un proceso personal. La reconciliación es un proceso que tiene como objetivo facilitar la coexistencia y la cooperación entre las partes involucradas. Esto no se puede hacer aparte del perdón, la recuperación de la confianza, el cambio de conducta del ofensor, y la negociación de los términos de la reconexión. La reconciliación implica avanzar de la sanidad de quien perdona a la sanidad de la relación.

Perdonar o pedir perdón son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. Sin embargo, la reconciliación es un proceso de dos. Por ejemplo, el perdón no supondrá nunca restaurar la relación con alguien que con mucha probabilidad pueda volver a hacer daño.

Perdonar no implica olvidar la justicia

Perdonar no implica el abandono de la búsqueda de la justicia ni la renuncia a la defensa de los derechos. La justicia que Dios prescribe que debemos seguir no es una mera justicia retributiva (aplicación de castigo, restitución, etc.), sino fundamentalmente una justicia restaurativa (resolución del problema o conflicto, sanidad de la relación, reconciliación, etc.). Al perdonar la persona renuncia al resentimiento, a los deseos de venganza, al pagar mal por mal; pero no implica que tenga que renunciar a la justicia.

El perdón es una decisión que se construye

El perdón no se decreta, ni aparece por generación espontánea, ni ocurre por azar, ni es algo con lo que uno se tropieza por casualidad. Ocurre porque lo procuramos intencionalmente, como consecuencia de concluir que es una mejor opción que el sufrimiento y el resentimiento.

Es un ejercicio que requiere mucho enfoque, coraje y disciplina, porque perdonar no es una decisión fácil. La decisión de perdonar nos confronta con nuestro dolor, con nuestra necesidad de justicia y con nuestro orgullo. Uno aprende a perdonar partiendo de la disposición e intención de perdonar. Ahora, si bien la voluntad de perdonar es necesaria, no es suficiente. El perdón es una habilidad que requiere aprendizaje; se requiere crecer y madurar en el cómo perdonar. Se precisa del dominio de los pasos para perdonar. Se puede tener la intención y la convicción de la necesidad de perdonar, pero a su vez no encontrar el camino para materializar esa resolución.

Aprender a perdonar transcurre a través de un proceso, que requiere desarrollar la disciplina de perdonar, hasta que el perdón se convierta, como lo expresa el Dr. Dick Tibbits, en un rasgo del carácter. Esto comporta el desarrollo de nuevos paradigmas, hábitos, actitudes, competencias y habilidades que derivan en un estilo de vida.

Necesitamos, pues, construir el músculo del perdón en nuestra vida. Como lo expresa Jorge Bucay:

“…se perdona construyendo nuestra propia capacidad de perdonar…”.

Se requiere aprender a perdonar más allá de la intención y la voluntad expresa de perdonar. Al respecto comenta Fred Luskin:

“Nuestras principales barreras para perdonar no son las ofensas, sino nuestra falta de herramientas para lograrlo”.

Ahora, perdonar no se trata sólo de habilidad o competencia. Detrás de la decisión de perdonar, subyace una filosofía de vida; un valor y principio rector.

Beneficios y efectos terapéuticos del perdón

Pedir perdón y perdonar se perfilan como procesos terapéuticos importantes en la psicoterapia actual. Los niveles de perdón correlacionan positivamente con indicadores de salud mental y negativamente con indicadores de estrés o disfunción.

Por otra parte, los estudios que relacionan el perdón y la salud física se han centrado fundamentalmente en los efectos adversos de la hostilidad (como componente del no-perdón) sobre la respuesta cardiovascular. Perdón y hostilidad suelen tener una relación inversa. El perdón como rasgo se asociaba con bajos niveles de presión sanguínea, especialmente presión diastólica. El perdón como estado también se asociaba a menores niveles de tensión arterial y de tasa cardiaca. Ser incapaz de perdonar una ofensa específica se relacionaba con incrementos en el tono cardiovascular y simpático.

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Tomado del libro EL PERDÓN: EL CAMINO A LA RECONCILIACIÓN (por Arnoldo Arana). Disponible en Amazón

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