“Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dirigir”. (Eclesiastés 10:10).
La efectividad que logremos al usar nuestras herramientas depende de que tan preparadas – mantenidas estén.
¿Cómo están tus habilidades, conocimientos, energías? ¿Embotadas o afiladas?
Embotar en este contexto significa engrosar – perder – el filo del hacha, lo que le quita efectividad en su capacidad de cortar. En este caso aplicar más fuerza no compensará la falta de filo del hacha. La manera de recuperar la eficacia del corte del hacha es amolarla – devolverle el filo. Una herramienta mal preparada no rinde los frutos más óptimos, y hace que el que la usa tenga que añadir más esfuerzo. Lo sabio es preparar adecuadamente la herramienta de trabajo antes de usarla. Aplicada esta metáfora a las personas, nos plantea la necesidad de la renovación personal para recuperar la perspectiva, el enfoque, la eficiencia y la eficacia en el desempeño de un rol.
Pero, en muchas ocasiones, el quehacer diario nos envuelve, y en un momento determinado podemos estar funcionando con el hacha embotada. ¿Cómo escapar de la rutina? A veces nos atrapa la rutina; estamos tan ocupados trabajando, yo diría trabajando en automático, por inercia, que no nos percatamos si estamos siendo efectivos en lo que estamos realizando. Hace falta, entonces, parar, alejarse para tomar perspectiva, recapitular, analizar, descansar y retomar la visión inicial. Este proceso no siempre es fácil ni obvio. Nuestras rutinas y agendas tienen el poder de atraparnos y de darnos una falsa seguridad en el hecho de mantenernos ocupados; pero estar ocupados no es sinónimo de ser productivos, ni actividad es equivalente a realización y resultados. Pensamos que es una pérdida de tiempo detenernos para evaluar lo que está pasando o cómo estamos trabajando. Lo cierto es que trabajar afanosamente no garantiza que terminaremos más rápido el trabajo; trabajar inteligentemente si lo hará.
Afilar el hacha para mejorar el desempeño
A veces la falta de productividad puede atribuirse a nuestro fracaso al «afilar nuestra hacha». Eso me hace recordar un relato que leí en el libro los Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva, escrito por S. Covey:
En cierta ocasión un leñador trabajaba afanosamente cortando un gran árbol. Las horas transcurrían, pero el leñador no progresaba mucho en su meta. Un fotógrafo de la naturaleza lo observaba:
– ¿Qué está haciendo? – le pregunta el fotógrafo.
– Trabajando – responde en forma malhumorada el leñador.
– ¿Hace cuántas horas que trabaja?
– Muchas horas.
– Veo que no ha avanzado mucho ¿Por qué no se toma unos minutos para afilar el hacha? – inquiere el fotógrafo.
– Estoy muy ocupado. Tengo prisa por acabar el trabajo – dice el leñador entre dientes.
Haciendo una pausa
Podríamos comparar al obstinado leñador con el hierro embotado. El hierro embotado describe el comportamiento del necio del que habla Salomón. La diferencia entre el accionar del necio y el sabio, se observa en los resultados. Utilizar un hacha embotada requiere más esfuerzo físico y tiempo para cortar el mismo número de árboles, que utilizar un hacha bien afilada. El sabio usa más adecuadamente las herramientas de que dispone, por eso se toma el tiempo suficiente para amolar adecuadamente el hacha antes de comenzar a trabajar. “…pero la sabiduría es provechosa para dirigir”. Muchas veces nosotros nos comportamos neciamente, como el hierro embotado. Trabajamos hasta el estado de agotamiento, o en forma rutinaria (automática); sin reflexionar acerca de nuestro desempeño. En tal estado perdemos la pasión por el trabajo, la capacidad de atención y enfoque, el deseo de crecer, la perspectiva de lo que está ocurriendo en el entorno. En ese momento dejamos de ser eficientes y eficaces en lo que estamos haciendo.
Más rápido, a veces, puede terminar siendo más lento
Conviene, entonces, hacer una pausa para afilar el hacha; eso no es una pérdida de tiempo. Más rápido, a veces, puede terminar siendo más lento. Apartar tiempo para capacitarse, o reflexionar sobre nuestro desempeño, o renovar las fuerzas, o dedicar un esfuerzo a fin de desarrollar una habilidad o adquirir alguna destreza, o recuperar la perspectiva y avivar la visión, o parar para recuperar la salud, por ejemplo, puede rendir grandes beneficios.
Hacer una pausa para reponer las energías, recuperar la perspectiva, generar realineamiento con el equipo de trabajo a través de compartir información relevante, repensar un asunto, adquirir una destreza inherente al rol que se está desempeñando, desarrollar una nueva habilidad, formar un nuevo hábito, sostener una conversación significativa con un colaborador, atender la salud, disfrutar de un momento de recreación, o simplemente descansar, puede marcar la diferencia entre ser efectivo o simplemente estar ocupado ejecutando una labor.
“Trabaja arduamente para lograr el éxito”
Esta perspectiva de afilar el hacha es particularmente necesaria en la cultura de “éxito” que predomina en esta época. Esta cultura impulsa al “logro” constante. Las personas tienden a medir su significado por lo que han logrado. Por lo que lo que mucha gente tiende a sumergirse en una carrera por “generar resultados”, ser más productivos, estar ocupados como sinónimo de efectividad. Esta demanda de éxito tiende a saturar todo lo que hacemos (trabajo, familia, iglesia, comunidad, etcétera). Ante este paradigma de éxito – productividad conviene revisar / reflexionar sobre las condiciones de nuestra hacha.
“Si va a cortar leña afile primero el hacha”
En nuestro quehacer diario, necesitamos tomar el tiempo necesario para obtener el conocimiento, o desarrollar las habilidades y destrezas que necesitamos para completar el trabajo de manera más eficiente y eficaz. El hacha amellada puede ser síntoma de que en alguna de las áreas de nuestra vida: física, mental, social-emocional y espiritual, necesita afilarse – renovar algunos paradigmas, que se hagan algunos ajustes en la forma de trabajar, recargar las baterías, reevaluar la visión, etcétera. Recordemos: aplicar más fuerza a un hacha embotada no compensará el beneficio de estar afilada.
Importancia del descanso para la productividad
Muchas personas pretenden trabajar duramente para al final de su vida retirarse para disfrutar del fruto de su trabajo en su jubilación; pero no es aconsejable esperar la jubilación para descansar, quizás sea muy tarde. El descanso y la renovación es un factor importante en cada etapa de avance de nuestras metas.
La cultura actual de máxima productividad, restringe y aun condena nuestra disposición a pasar tiempo de descanso, ocio o recreación. Hay quienes se sienten culpables y autocensurados por aspirar un tiempo libre o de esparcimiento. Esto ocurre porque asociamos el ocio con la frivolidad, la vagancia o la improductividad. Pero la recreación no es lujo; es una necesidad, ayuda a recuperarnos de la presión del trabajo. La recreación nos libera del afán y el estrés de nuestras rutinas. También puede ser un tiempo valioso para la creatividad. Nuestra capacidad para recrearnos y disfrutar del fruto de nuestro trabajo, es una parte esencial de la vida. El rey Salomón dijo: “No hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo; porque está es su parte…” (Eclesiastés 3:22).
Trabajar sin parar no hará que obtengamos mejores resultados
Es mejor detenerse por un tiempo y reflexionar en un mejor método para lograr nuestros objetivos en la vida; sobre todo cuando percibimos que no avanzamos. Hacer esto, nos evita el desgaste innecesario, el retrabajo y el esfuerzo adicional no productivo.
La productividad no se riñe, pues, con el descanso; incluso, descansar es necesario para mantener la productividad. Todo sistema necesita recargar y reponer la energía consumida. Ignorar esta ley puede traer resultados pobres, e inclusive consecuencias negativas. Los estudios apuntan a que cuando eludimos el descanso y nos sobrecargamos, la capacidad de enfoque disminuye, al igual que la agudeza mental, lo que sofoca nuestra creatividad y efectividad personal. De modo que darnos el tiempo para la renovación es importante en la efectividad de nuestro desempeño.
Esta renovación necesita hacerse con balance, vale decir, darnos un tiempo para nuestra renovación física, mental, espiritual, social -emocional.
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