La tensión es natural e inevitable para la persona que quiere crecer y alcanzar objetivos y su propósito en la vida. Ahora, podemos hablar de dos tipos de tensiones: destructiva y constructiva (creativa).
Tensión constructiva
La tensión constructiva es aquella que nos impulsa a desarrollar nuestro potencial, que nos impulsa a accionar para lograr nuestras metas y propósitos en la vida. Si estamos conscientes de lo que podemos llegar a ser y a hacer versus lo que somos hoy; ese conocimiento debe producir en nosotros una tensión constructiva, que nos impulse a dar lo mejor de nuestro esfuerzo. Al hablar de tensión creativa, no estamos hablando en lo absoluto de tensión debilitadora ni dañina, caracterizada por el afán que acompaña a la tensión destructiva.
Tensión destructiva
Hay un tipo de tensión que sí debemos evitar y es la tensión relacionada con el afán por la vida, con el temor crónico, con la falta de fe, por la preocupación por lo que está fuera de nuestra área de influencia. Estas tensiones no son constructivas, son destructivas, y socavan nuestros cimientos, consumen nuestra energía vital y dañan nuestra salud. En su forma extrema, pueden transformarse en patologías nerviosas, tales como la depresión, ansiedad, temor excesivo (pánico, parálisis. La excesiva tensión destructiva puede enfermarnos. La persona que da lugar a la tensión destructiva es aquella que vive afanada, en una condición de desgate emocional, de estrés prolongado y crónico.
La tensión destructiva está asociada al estrés crónico – demasiado estrés por demasiado tiempo- que produce desgaste psicológico y fisiológico. El estrés que subyace con fuente de la tensión destructiva, está también relacionado con el enojo como una forma de ser y estar en el mundo (mal humor), o la angustia y ansiedad crónica propia de un estilo afanoso y de continua preocupación, o la culpa y pena propia de una persona que vive con amargura, entre otras.
Factores desencadenantes de la tensión destructiva:
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La preocupación por lo que está fuera de nuestra área de influencia
Hay situaciones y circunstancias que caen fuera de nuestro control, como los problemas de la economía del país, el tráfico pesado, o la delincuencia, y sobre los cuales tenemos poca influencia. Enfocarse sobre las áreas que están fuera de nuestra área de influencia, sólo generará afán y preocupación, además de improductividad. La atención sobre las áreas que están fuera de nuestro control, deviene en temores, generación de expectativas catastróficas y ansiedad.
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La falta de prioridades
Sin prioridades no hay enfoque, y sin enfoque no hay logros ni resultados. Por el contrario vivir, por prioridades produce enfoque, y el esfuerzo enfocado produce resultados extraordinarios. Hay un poder tremendo en una vida enfocada. El enfoque es el mejor remedio contra el afán.
Vivir sin prioridades también trae desequilibrio a nuestras vidas. Cuando no están claramente definidas las prioridades, terminamos atendiendo / dedicando demasiado esfuerzo a unas áreas y descuidando a otras; nos desbalanceamos.
Mucha gente invierte demasiado tiempo en su trabajo o profesión, a expensas de su familia, de la relación de pareja y de sus hijos. Esta persona se convierte en una mesa con una o más patas cojas: una vida fragmentada.
¿Cuál es resultado de no vivir por prioridades?: Una vida fragmentada
La consecuencia de vivir sin prioridades es una vida fragmentada. Y una vida fragmentada es una fuente de estrés crónico. Una vida sin prioridades se convierte en una vida disfuncional y cargada de estrés. El estrés es el resultado de vivir sin prioridades. Cuando vivimos sin prioridades son muchas las áreas de nuestra vida que compiten por nuestro tiempo, recursos de atención y esfuerzo. Trabajo vs familia, atención a nosotros mismos vs atención a otras personas, iglesia vs actividades seculares, etc. Si no vivimos por prioridades, otras personas y las circunstancias nos impondrán sus prioridades.
Al no tener integrada nuestra vida y no tener clara las prioridades, el camino que nos queda es el de la preocupación y afán por lo que no logramos hacer. Entonces trabajamos mucho, nos desgatamos y logramos poco, porque el estar ocupado no es sinónimo de ser productivo. Nos desgastamos en peleas con nuestro cónyuge, pero tenemos pocos momentos de felicidad. Lidiamos mucho con nuestros hijos, pero no tenemos paz para con ellos ni buenas relaciones. Trabajamos mucho pero producimos poco para satisfacer nuestras necesidades.
Si no tenemos equilibrio en nuestras vidas y no vivimos por prioridades, viviremos en un estado de preocupación, en el que no podemos ser productivos ni efectivos. Viviremos afanados, cansados, desgastados, pero no felices y realizados. Cuando no sabemos equilibrar nuestras prioridades nos presionamos, nos afanamos porque estamos conscientes que no estamos siendo efectivos en muchas de esas áreas; y también terminamos presionando a los que nos rodean. Nos convertimos es exportadores gratuitos de estrés.
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