La perseverancia es la madre de todos los logros
“Nada en el mundo puede reemplazar la persistencia. No lo hará el talento; nada es más común que hombres de gran talento fracasados. No lo hará el genio; es casi proverbial un genio que no recibe recompensa. No lo hará la instrucción; el mundo está lleno de personas instruidas que andan a la deriva. Solo la persistencia y la decisión son omnipotentes”. Ray Kroc
Las personas que logran resultados importantes son perseverantes. Todo lo que valga realmente la pena, nos tomará un esfuerzo y un tiempo prolongado. La primera vacuna contra la rabia fue producida por Louis Pasteur a los 63 años, después de 25 años de investigación. Alexander Fleming descubrió la penicilina tras 30 años de trabajos de investigación. El patriarca Abraham recibió a Isaac, el hijo de la promesa, después de 25 años de larga espera en Dios. Demóstenes llegó a convertirse en uno de los más grandes oradores de la antigua Grecia, tras muchos años de arduos ejercicios para poder superar su tartamudez. Los hermanos Wright estrellaron más de 500 modelos a escala de aviones, antes de lograr poner en el aire el primer aeroplano propulsado con propulsión propia. Abraham Lincoln y Winston Churchill alcanzaron la presidencia de sus países, después de toda una vida de derrotas y actividad política. Ana Sullivan invirtió toda una vida, para lograr que una niña muda, sorda y ciega, como Helen Keller, consiguiera una educación universitaria.
El Almirante Hyman Rickover dijo:
“Nada que valga la pena puede lograrse sin decisión. Las buenas ideas no se adoptan automáticamente. Deben ser llevadas a la práctica con valerosa paciencia”. Los resultados de excelencia no se producen en forma instantánea, son el producto de un proceso y un progreso constante. La excelencia requiere de tiempo, paciencia valerosa y perseverancia.
Contrarrestando la cultura express
La cultura contemporánea nos ha acostumbrado a las recetas instantáneas: comidas instantáneas, fotos instantáneas, píldoras de acción instantáneas para aliviar las enfermedades, etcétera. Pero la excelencia, como el buen vino, requiere de maduración y no acepta atajos ni simplificaciones. El paradigma actual de mucha gente es el de los resultados a corto plazo. A muchos les gusta ver resultados inmediatos. Se mueven buscando una gratificación inmediata. Pero es el persistir en alcanzar una meta, o el insistir continuamente en desarrollar una habilidad, o el trabajar con perseverancia para conseguir un propósito, lo que nos hace diestros y corona nuestros esfuerzos, independientemente del talento que se posea. John Maxwell dice: “La persistencia es necesaria para transformarnos en realizadores”.
No sólo perseverancia. Se requiere también constancia
Además de la perseverancia, se necesita constancia.
No basta con persistir con la actitud de un estoico. Un acompañante necesario de la perseverancia es la consistencia. De nada vale insistir en una acción, sino somos consistentes. La perseverancia nos mantiene en la ruta, pero es la consistencia la que nos enfoca y logra los resultados de excelencia. Un corredor no gana un maratón, por el simple hecho de “mantenerse en carrera”; necesita mantener un ritmo y una velocidad constante. La excelencia exige enfoque, vale decir, mantenerse en una dirección, sin distracción, sin desvío; con consistencia. Dice un viejo proverbio chino: “Si no cambiamos de dirección, probablemente terminaremos en el sitio hacia donde nos encaminamos”. Por el contrario, la inconsistencia impedirá que la ley de las probabilidades trabaje a nuestro favor.
La confianza: un fruto de la perseverancia
Por otra parte, el esfuerzo consistente crea confianza en nosotros mismos y en las personas con las que nos relacionamos. Es la dedicación incesante la que genera confianza. Cuando somos consistentes generamos confiabilidad en la personas. Cuando una persona actúa sin consistencia se hace impredecible. Es como una línea con altos y bajos, que no se sabe hacia dónde se orientará o cómo reaccionará en un momento determinado. Este tipo de conducta indefinida hace que las personas a nuestro alrededor se vuelvan desconfiadas de nosotros, porque le inspiramos ambigüedad e incertidumbre – las personas no saben que esperar de nosotros. Por el contrario, cuando somos consecuentes y consistentes, nos hacemos predecibles para las personas, y eso gana confiabilidad.
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