Las emociones son parte de toda solución y también de todo problema, dependiendo de cómo las gestionemos. Pueden actuar a nuestro favor en nuestra contra. Podemos hacer un manejo virtuoso de ellas para provecho, o un manejo patológico para perjuicio. Y todo esto tiene que ver con la forma como las gestionamos.
Ahora, con respecto a las emociones existen algunos mitos y errores en cuanto a su definición, y de eso quiero conversar.
1. Las emociones no son hechos
Las emociones, especialmente cuando son intensas, pueden sentirse como “la verdad”. A veces podemos confundir las emociones como evidencia de algo, y podemos usarlas para interpretar la realidad, pero las emociones no son hechos y no prueban nuestros pensamientos y creencias, ni representan una validación de la realidad. Son expresiones de nuestras necesidades, y a la vez mecanismos de gestión de la realidad.
2. Las emociones no son un destino
Una emoción es una experiencia y no una decisión, ni una condición, ni mucho menos un resultado final. Son informaciones que procede desde nuestro interior y que expresan una realidad interna, una necesidad; no son conclusiones, ni marcan un destino.
Son señales cuya función es informarnos de nuestras necesidades Así, por ejemplo, el miedo nos informa de un peligro o amenaza inminente. El enojo nos informa que nuestros límites han sido traspasados. La tristeza nos habla de una herida que se ha abierto por una pérdida experimentada. La alegría nos dice que nuestras necesidades están satisfechas. Y en la expresión de las emociones tomamos contacto con nuestras necesidades; pero cuando las descalificamos o reprimimos, dejamos de entrar en contacto con nuestras necesidades y, en consecuencia, dejamos de satisfacerlas.
3. Sentir no es hacer
Podemos tener una emoción y no actuar en consecuencia. La emoción es más un impulso que predispone a la acción, que una decisión. Lo que sí es importante es permitirse tomar contacto con la emoción, para que nos informe de nuestras necesidades, y nos provea del tipo de energía que necesitamos para actuar con contextualización en cada situación.
4. Las emociones no son iguales para cada persona
La experiencia emocional es única: Todas las personas somos capaces de tener las mismas emociones, sin embargo, podemos experimentar emociones diferentes en respuesta a la misma situación. Cada persona experimenta sus emociones de una forma única en intensidad, naturaleza y tiempo. Así que no tienen sentido las comparaciones con otros.
5. No estamos a merced de las emociones
Las emociones no simplemente nos ocurren, ni estamos a merced de ellas. No recibimos pasivamente las emociones cuando a ellas se los ocurre emerger. No somos víctimas de nuestras emociones. Podemos aprender a gestionarlas para nuestro bienestar, y gestionarlas con inteligencia emocional. Y las emociones más que una debilidad, son una fortaleza; un potencial para la acción contextualizada y efectiva.
6. Las emociones no son algo que yo soy y que me dan una identidad
Cuando experimentamos por mucho tiempo una misma emoción, podemos confundir a esa emoción como una parte de nuestra identidad. Por ejemplo, decir “soy depresivo” que es como decir que «soy la depresión”, o “soy miedoso” que es como decir que «soy el miedo». Pero las emociones son una manifestación de una necesidad que experimentamos en un momento determinado de nuestra vida, pero no algo que somos. El que sientas miedo, no significa que sea cobarde o indigno. El que experimente tristeza, no significa que sea débil. Las emociones son una fuente importante para entrar en contacto con nuestra realidad psicológica, pero no nos dan una identidad.
7. Sentir no crea una condición
Las emociones no duran para siempre. 7. Una emoción es una reacción inmediata. Son expresiones psicofisiológicas instantáneas, episódicas, de corta duración, provocadas por la presencia de un estímulo o evento, y que en forma saludable debería extinguirse con la propia situación que la genera.
El funcionamiento de las emociones es de carácter transitorio y de ciclo limitado y corto en el tiempo. Una vez su misión ha concluido se agota a sí misma (eso es lo sano). Pero si me quedo, por ejemplo, rumiando el enojo puede hacerse crónica y perjudicial, evolucionar como violencia, odio, rencor y resentimiento; o instalarse como mal humor e irritabilidad; como una forma de ser y estar en el mundo, como una respuesta poco flexible, cronificada y poco adaptativa. Lo mismo puede ocurrir con cada emoción.
8. Las emociones son buenas o malas
No existen emociones buenas y malas: Todas las emociones tienen una intención favorable para nuestro desempeño. No hay emociones buenas o malas, ni positivas o negativas. Cuando la gente dice el miedo es de cobardes, o la tristeza es de débiles, o el enojo es de inmaduros, es porque moralizan las emociones. Pero no tiene sentido moralizar las emociones, porque lo moral no está en la emoción, sino en la acción. Y todas las emociones son necesarias. Por otra parte, cuando moralizamos las emociones tendemos a reprimir unas y a favorecer a otras. Y eso afecta negativamente nuestra gestión emocional.
#emociones
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