“Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu. Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol. Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo”. Eclesiastés 4:6-8
Este pasaje de la Biblia escrito por el sabio rey Salomón, narra la vida de una persona que vive sin equilibrio.
El personaje del que comenta Salomón trabaja compulsivamente sin cesar, con afán, con la motivación central de acumular riquezas. Así ocurre con muchas personas que viven para trabajar. Hay gente que trabaja y hay gente que se explota / oprime a sí misma. También hay gente cuya motivación esencial en la vida es el dinero y las posesiones materiales; no reconocen otras manifestaciones de la prosperidad y la riqueza, pero la verdadera prosperidad es integral: incluye lo financiero, lo relacional, lo espiritual, la funcionalidad emocional, el desarrollo intelectual, la salud, entre otras áreas.
Existen varias características que resaltan de este personaje con el cual el rey Salomón ilustra una persona sin equilibrio en la vida, y que deberían servir de alerta para otros, a fin de evitar caer en este estilo de vida que termina siendo contraproducente:
Desequilibro en la atención de sus áreas vitales (familia, relaciones, salud, trabajo, etcétera)
El personaje de este proverbio vive para trabajar y con el objetivo de acumular riquezas, por lo que desatiende sus otras áreas vitales. Esta persona carece de equilibrio en su vida, lo que lo convierte en una persona disfuncional. Mi concepto de una personal funcional es aquella que es capaz de hacer que todo lo que es (sentimientos, emociones y voluntad) y todo lo que hace (roles) funcione de manera equilibrada. Así mismo, disfuncionalidad es la incapacidad de lograr que todo lo que es y hace funcione de manera equilibrada y armónica.
El equilibrio de roles (padre- madre, hijo (a), trabajador (a), esposo (a), miembro de una comunidad, etcétera), así como el equilibrio en las diferentes áreas de la vida: trabajo, salud, familia, relaciones sociales, desarrollo personal, etcétera, es un indicador de la madurez y salud psicológica de una persona.
Como consecuencia de su enfoque excesivo en el trabajo, esta persona manifiesta una incapacidad para establecer prioridades en el contexto de la integralidad de la vida. “La vida solo es trabajo”.
Incapacidad para relajarse y saciarse
Este hombre experimenta tendencias compulsivas hacia el trabajo, que se manifiestan en su dificultad para relajarse después de trabajar. No hay tiempo para el esparcimiento, el ocio y la recreación. No tiene tiempo para disfrutar del fruto de su trabajo. Este hombre nunca cesa de trabajar, violando un principio básico: el hombre necesita disfrutar del fruto de su trabajo, de lo contrario el trabajo se convierte en una carga – obligación, tal como lo expresa el rey Salomón: “Esto es lo que yo he visto que es bueno y conveniente: comer, beber y gozarse uno de todo el trabajo en que se afana bajo el sol en los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque ésta es su recompensa” (Eclesiastés 5:18). “He visto que no hay nada mejor para el hombre que gozarse en sus obras, porque ésa es su suerte. Porque ¿quién le hará ver lo que ha de suceder después de él?” (Eclesiastés 3:22). De nada sirve la abundancia si no se la puede disfrutar; por eso dice salomón: “Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu”.
Este personaje no entiende que el trabajo no es un fin en sí mismo. Es, por una parte, un medio para la autoexpresión creativa, la satisfacción y el crecimiento personal; y por la otra, un medio para la generación del sustento. No un simple instrumento para la acumulación de riquezas y de posesiones materiales. Bajo esa óptica no se disfruta ni se beneficia de la prosperidad financiera, las cuales no son capaces de saciarle ni satisfacerle (incapacidad de saciarse), ya que el dinero no es, por sí mismo, un valor agregado que genere satisfacción por la vida. Al respecto dice Salomón: “El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad” (Eclesiastés 5:10 – LBLA).
Dificultad para trabajar en equipo
Es probable, además, que el perfil laboral de este hombre sea el de un jefe controlador – explotador, enfocado más en la tareas que en las personas, lo que genera mucha desmotivación a su alrededor. Esa tendencia controladora se manifiesta seguramente en incapacidad para delegar tareas entre los colaboradores, y hacer equipos de trabajo; prefiere trabajar solo. No tiene ni familiares, ni socios que le ayuden con el negocio, ni tampoco busca ni desea ayuda, pues no quiere compartir las ganancias con nadie.
A este hombre le cuesta trabajar en equipo. De allí la recomendación implícita del rey Salomón: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero !ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Eclesiastés 4:9-12).
Falta de descanso
No hay pausa, ni vacaciones, ni tiempo para descansar: el trabajo es su vida, le absorbe por completo. Este hombre no conoce la moderación. Y si se tomara un descanso o una pausa es probable que experimente culpabilidad. Muy seguramente este personaje debe padecer de mucho estrés y ansiedad. El trabajar duro pero con egoísmo o sin sentido de la proporción hace que se pierda la paz.
Adicción al trabajo
Salomón nos dice que este hombre nunca cesa de trabajar. Este hombre tiene una adicción al trabajo; ha hecho de su actividad laboral el núcleo central de su vida, hasta el punto de desdeñar otras actividades y de no ser capaz de tener otros intereses. La adicción al trabajo se define como la implicación excesiva y progresiva de la persona en su actividad laboral, sin control ni límite, y en abandono de otras actividades e intereses. Este exceso de implicación no se explica por necesidades laborales objetivas, sino por necesidad psicológica de la persona afectada.
Ser trabajador es una virtud, pero serlo en exceso y tener un elevado compromiso con un negocio, empresa o actividad laboral puede dar lugar a la adicción al trabajo y, por tanto, a un riesgo psicosocial.
Por otra parte, como lo demuestran las estadísticas de algunos de los países con los mejores indicadores de productividad del mundo, las jornadas de trabajo menores a 48 horas semanales generan más productividad y efectividad laboral. Entre estos países están Finlandia, Noruega, Alemania, Inglaterra y Dinamarca, que tienen economías sólidas y altamente productivas. La experiencia laboral en estos países dice que, contrario a lo que se piensa, trabajar el tiempo adecuado contribuye más a la productividad que trabajar tiempo extra.
Actitud de avaricia
A este hombre lo mueve la codicia, más que el deseo de aportar valor a otros, o generar desarrollo a través de un rol o actividad. Este personaje está atrapado en la carrera de la codicia.
Incapacidad para crear y sostener relaciones significativas
Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano, es el resultado de enfocarse en forma adictiva en el trabajo y en la acumulación de riqueza. Este hombre tiene una inclinación exclusiva hacia las tareas, obviando a las personas; por lo que carece de nexos personales significativos.
Este hombre, además, no tiene ni cónyuge, hijos a los cuales legar el fruto de su trabajo. No se ha dado tiempo para construir una familia, o desarrollar amistades.
A modo de conclusión
La sabiduría deriva del equilibrio. Los adictos al trabajo son muy inteligentes, interesantes, a menudo ingeniosos y encantadores, pero no poseen esa sabiduría interior. Lo atestiguan las crisis que sufren en su vida. El equilibrio es fundamental para el éxito personal, la salud y la efectividad personal.
La falta de equilibrio revela cierta disfuncionalidad. Una personal funcional y equilibrada es aquella que es capaz de hacer que todo lo que se es y hace funcione de manera armónica. Así mismo, disfuncionalidad es la incapacidad de lograr que todo lo que se es y hace funcione de manera equilibrada y armónica.
El éxito debe ser balanceado. Usted no puede considerarse una persona exitosa solo si su empresa marcha de maravilla, pero su familia es un fracaso o su salud es un desastre. El éxito en la vida reside en saber equilibrar nuestras prioridades y aprender a colocarlas en orden de importancia. Una vida fragmentada es una vida disfuncional y poco efectiva. Si no logramos integrar todas las áreas de nuestra vida, viviremos en forma incompleta y con insatisfacción permanente. Cada una de las áreas de nuestra vida necesitan estar en equilibrio e integradas: vida espiritual (fe, relación con Dios), vida física (salud, recreación, descanso), familia (paternidad, matrimonio), trabajo (negocios, profesión), finanzas (mayordomía, recursos) y relaciones (amistades, participación comunitaria, servicio social, interdependencia en las relaciones interpersonales), etc.
¿Mantengo todas las áreas vitales y roles de mi vida en equilibrio?
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