“Porque ¿quién de vosotros, que queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz». (Jesucristo – Lucas 14:28-30)
¿Piensa usted en forma estratégica? ¿Habitualmente los cambios del entorno le toman por sorpresa, o es capaz de anticiparse a ellos? ¿En su mente es capaz de anticipar el futuro? ¿Tiene una visión de su organización y de usted mismo claramente definida? Las respuestas en forma afirmativa o negativa a estas preguntas, revelan si usted piensa o no con sentido estratégico.
El pensamiento estratégico es una condición de los líderes visionarios
Operar sin una visión y sin pensamiento estratégico, coloca a los líderes a funcionar en automático, sin brújula, reaccionando ante los cambios que impone el ambiente; y eso es peligroso para la organización. Por el contrario, cuando el líder es movido por una visión, hay congruencia y un sentido estratégico en sus acciones. La visión es la plataforma del pensamiento estratégico. Es el medio a través del cual el líder se anticipa a los acontecimientos, y va construyendo las estrategias necesarias para enfrentar las demandas del entorno.
El líder no solamente necesita ver las circunstancias presentes, sino que requiere captar patrones y alternativas que otros no ven, lo cual le permite tener capacidad de respuesta ante situaciones imprevistas, al prever los problemas y sus soluciones, porque la mente del líder – estratega piensa con visión de largo plazo, con sentido de propósito y de futuro.
Desarrollar un enfoque estratégico no significa llenarnos de cuentas y análisis rigurosos, aunque el análisis es necesario, sino más bien de adoptar un estado mental flexible y abierto al cambio. Desarrollar una mentalidad de estratega supone cultivar el hábito de pensar en forma estratégica, al punto de que se constituya en una actitud de vida, una forma de ser y estar en el mundo. Es necesario hacer de la estrategia un hábito. Como dice Kenichi Ohmae:
“Es una disciplina diaria y no un recurso que puede dejarse en hibernación durante las épocas tranquilas y despertarse cuando surge una emergencia”.
Ver la estrategia como un recurso o metodología para abordar “situaciones de crisis” o apagar fuegos inesperados, equivale a actuar reactivamente; pero el líder – estratega no improvisa, no reacciona, no vive en “automático”, ni por inercia, según el dicho “como vamos viendo, vamos haciendo”, sino que actúa con proactividad, con intencionalidad, más aun, con mentalidad de oportunista, o como dice Peter Drucker: “Oportunista con propósito”.