La mejor estrategia para gestionar con efectividad el tiempo es tener clara la dirección en la que se acciona. En ese caso genera más efectividad una brújula que un reloj. Lamentablemente, en nuestras vidas, a veces la brújula va por un lado y el reloj por otro. Arnoldo Arana
¿Inviertes tu tiempo en lo realmente importante?
Mucha gente usa el reloj (tiempo) como herramienta para gestionarse, y trata de controlar y administrar su tiempo para lograr más eficiencia, a través del uso de agendas, cronogramas de trabajos y planes. Y no hay duda que hay un gran valor estas prácticas. Pero la denominación “administración del tiempo” puede resultar una definición poco eficaz. Como dice S. Covey: “El desafío no consiste en administrar el tiempo, sino en administrarnos a nosotros”. Al fin y al cabo, como dice Zig Ziglar: “El problema es la falta de dirección, no la falta de tiempo: todos contamos con días de 24 horas”.
¿Está tu brújula conectada con tu reloj?
Para ser productivos no tenemos que tener una agenda llena de compromisos, tareas y actividades, sino de hacer lo que es realmente importante, de enfocarnos en las cosas que tienen sentido porque nos agregan valor. El problema es que, apegados estrictamente al paradigma del reloj, nuestras acciones pueden resultar eficientes (consumir la menor cantidad de tiempo en su ejecución), pero no necesariamente eficaces: generar resultados concretos, producir valor agregado. El problema en la eficacia en cuanto al logro de objetivos, y al uso efectivo del tiempo, no está tanto ligado al control del tiempo – paradigma del reloj, como al dominio de uno mismo – paradigma de la brújula, que requiere tener la dirección correcta. Hay que saber unir el reloj con la brújula: invertir el tiempo en la dirección que marca la brújula.
¿Estoy avanzando en la dirección correcta?
Consideramos que existen tres criterios básicos para determinar si estamos direccionándonos en la dirección correcta. Estos tres elementos son: principios (valores), visión y misión.
Un viaje por barco reúne la definición de estos tres elementos. Podemos decir que sí la vida es un viaje por barco, el propósito del viaje, es la misión; el lugar de destino, la visión; los principios (valores), las estrellas que actúan como puntos cardinales que guían en medio de la noche.
La visión
Es el puerto de destino, el lugar al que queremos ir. Es una mira orientada hacia los resultados que queremos obtener. Es la representación hoy del futuro de lo que queremos ser, hacer y tener mañana. Responde a las preguntas: ¿qué queremos para el futuro en términos de ser, hacer y tener? ¿Cómo llegaremos?
La misión
Es la razón por la cual emprendemos el viaje. La misión nos dice cómo vamos a hacer para satisfacer la visión. La misión es la entrega a la visión, como razón de ser en la vida. De esta forma, la misión se convierte en la norma, el punto clave para tomar las decisiones importantes acerca de la orientación de la vida, y también las decisiones cotidianas en medio de las circunstancias y emociones que nos afectan. Recoge lo que se quiere ser en términos de carácter y lo que se quiere hacer en términos a aportaciones y logros. Responde a las preguntas: ¿quiénes somos y que hacemos?
Los principios (valores)
Son las directrices o guías que orientan nuestras vidas, para asegurarnos que nos mantenemos en el camino elegido. Cuando actuamos conforme a principios (valores), claramente identificados, no vamos a ser movidos por las emociones o por las circunstancias, ni a reaccionar ante los problemas o adversidades, ni a ceder ante las presiones o manipulaciones de otras personas, sino que vamos actuar con proactividad y determinación conforme a esos principios (valores) que hemos elegido como valores de vida. Entonces, nuestra acción en el tiempo es enfocada y congruente y, en consecuencia, los resultados positivos llegan. Los valores brindan una guía para no salirnos del camino y mantener la dirección.
Define y comprométete con un conjunto de valores que guíen y direcciones tu vida. Define una misión y visión que guíen tu vida.
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