Cómo escuchar con eficacia

Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.
17 abril 2020

“El que responde antes de oír, le es insensatez y deshonra”.  Proverbios 18:13

Este proverbio hace un llamado a escuchar más atentamente – escuchar activamente e interesadamente – antes de responder. Y compara el oír y no escuchar, a insensatez.

La palabra hebrea oír usada en el proverbio de Salomón es la palabra Shamá, que significa oír inteligentemente, con atención, al son (al ritmo y acompasamiento) de quien nos habla.

Escuchar es mucho más que oír

Oír es una aptitud natural. Que el sonido penetre nuestros oídos no es señal de que hemos escuchado, vale decir, que hemos asimilado el mensaje. Escuchar comporta una actitud y una elección. La diferencia entre oír y escuchar es la intención. Escuchar con efectividad demanda cuidado, atención y enfoque. Implica comprensión y, por ende, interpretación; ese es el componente activo de la escucha.

Escuchar no es barato. A veces, requiere sacrificar nuestro ego, para permitirnos escuchar plenamente al otro, sin sesgos, ni condicionamiento. También implica cierto desgaste, por la concentración que supone el estado de atención en el otro.

Escuchar con efectividad demanda desarrollar ciertas habilidades

La escucha efectiva requiere de ciertas habilidades que se deben desarrollar, tales como: la empatía, la concentración y atención enfocada, la capacidad para dar feedback, la capacidad de poner en paréntesis lo nuestro. Escuchar requiere prestar atención a nuestro interlocutor, no sólo con respecto a las palabras que dice, sino también a la forma como lo dice (tono, ritmo, vacilación, pausas, silencio, etc.), además de la carga emotiva que subyace detrás de las palabras, sin excluir el lenguaje corporal que acompaña al mensaje (gestos, mirada, respiración, postura corporal, etc.).

Especial atención requiere escuchar el lenguaje no verbal. Según los estudiosos de la comunicación, ésta es 93% no verbal (tono, lenguaje del cuerpo) y 7% verbal. Por lo que escuchar el lenguaje verbal es determinante para escuchar el verdadero mensaje.

Escuchar es un proceso total

Todo nuestro interlocutor habla: su cuerpo, sus pausas, sus vacilaciones, su tono de voz, lo que habla y lo que calla…

Escuchar no solo involucra a los oídos; también es importante escuchar con los ojos, para ver el lenguaje corporal del otro (a). Y no solo escuchan los oídos y los ojos; escuchan también las manos. Las manos son fundamentales para sentir al otro (a). El toque de las manos es además una herramienta poderosa para percibir más profundamente al otro (a) (temperatura, emociones involucradas, etc.). Las manos son capaces de expresar cercanía o distanciamiento, aprobación o desaprobación.

También escuchamos con nuestras emociones (escuchar con el corazón); nuestras emociones filtran el mensaje del otro (a). Escuchar desde el enojo, o el miedo, o la tristeza, es diferente a escuchar desde la tranquilidad, o el placer. Las diferentes emociones que experimentamos y expresamos ante el mensaje del otro (a), también representan una retroalimentación diferente. Necesitamos entender que todo el cuerpo escucha.

Al respecto comenta María del Socorro Fonseca: “Escuchar activamente se refiere a un proceso totalmente activo, puesto que en él aplicamos las principales facultades humanas: físicas, intelectuales y emocionales”.

Escuchamos desde la persona total a la persona total.

Escuchando el silencio

Otro elemento importante que requiere ser escuchado es el silencio del otro. A veces, el único lenguaje que tiene disponible nuestro interlocutor es su silencio.

También es necesario nuestro silencio para escuchar atentamente al otro, sin interrumpir. Nuestro silencio, cuando es expresión de una escucha activa y de atención al otro, se convierte en una herramienta poderosa, que crea el espacio para una escucha empática recíproca. Por otra parte, el silencio de quien escucha es esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial, lo que es propio de lo que es del otro. Nuestro silencio como escucha también evita que nos aferremos a nuestras palabras e ideas.

La buena escucha crea espacios de entendimiento

La escucha activa es esencial para la comunicación efectiva.

El momento en que uno de las dos personas que actúa como emisor se siente escuchada o no, es un momento crucial para la comunicación, que puede producir un punto de inflexión importante.

En ese punto la comunicación puede tomar dirección hacia la comprensión, el entendimiento, la empatía y el acuerdo; o, por el contrario, tomar la dirección de la desconexión, el conflicto y el distanciamiento.

El hablar y expresarse de alguno de los interlocutores es una forma de manifestar sus necesidades, de develar el yo, de afirmarse como persona, de sentirse comprendido, de buscar la validación del otro respecto a sí mismo. Cuando nos disponemos a escucharlo (a), le brindamos a la persona una vía para el logro de esos objetivos. El fruto que recoge, entonces, quien escucha y sirve de espejo al otro (a) (emisor), es la apertura, la disposición al diálogo y la gratitud de quien se siente escuchado y comprendido.

Escuchar es una disposición que trasmite respeto y valor al interlocutor; a través de nuestra escucha validamos a las otras personas, y demostramos nuestro interés en ellas.

Para reflexionar:

  • ¿Cómo eres tu como escucha?
  • ¿Cuándo escuchas lo haces desde la persona total a la persona total?

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Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.

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