El poder de la responsabilidad

Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.
10 agosto 2023

La responsabilidad es la capacidad de comprometernos con las obligaciones que fijamos nosotros mismos, o con los acuerdos a que llegamos con otros. Es la disposición de asumir las consecuencias de las propias decisiones, respondiendo de ellas ante nosotros mismos, y también ante otros. Significa asumir una postura proactiva por nuestras necesidades, para expresarlas en forma clara y directa, y hacer algo para atenderlas, sin esperar que sean otros los que hagan algo.

Significa que somos nosotros y no otros, los que definen y deciden qué hacer, a qué ritmo crecer, cuándo obtener lo que necesitamos.

Por otra parte, cuando asumimos la responsabilidad por nuestras elecciones y acciones, dejando de echarle la culpa a los astros, a nuestros padres, al gobierno de turno, a la economía, a nuestro jefe, o a otras personas, ese día nuestra vida comienza a cambiar, y comenzamos a madurar y crecer.

Evitar la postura de victimización

Esa postura de si yo hubiese tenido otros padres, o si yo hubiese tenido las oportunidades que tuvieron otras personas…y si yo hubiese… etc., etc., que en el fondo es una postura de victimización, resignación, reactividad, ¡pura justificación!, pero no me ayuda a cambiar mis condiciones presentes, no me ayuda a solucionar y conseguir o fabricar las respuestas y soluciones que necesito; sólo sirve como argumento y justificación para seguir en el mismo lugar en que estoy, para mantener la misma vida que estoy llevando, pero no soluciona. Esa actitud, además, nos incapacita para aprender de nuestros errores y nos condena a repetirlos cíclicamente, y evita asumir la iniciativa para resolver nuestros problemas.

Lamentablemente, el ser humano cae una y otra vez en un típico error: buscar culpables fuera de sí mismo, deslindarse de la responsabilidad, para cualquier problema. Si acertamos, es nuestra virtud, pero si erramos, seguramente será responsabilidad de otro. Antes de decir “me equivoqué”, es probable que digamos que fue por la mala suerte, el clima, el jefe, o la alineación de los planetas. No importa, cualquier excusa es buena para evitar afrontar la realidad y asumir la responsabilidad por los errores, o por lo que se requiere hacer.

Ese es el síndrome de Peter Pan. Recuerda a Peter Pan, el niño que se negó a crecer. Pero crecer es madurar, y eso no es posible sin asumir la responsabilidad de nuestra vida.

Para ser efectivos necesitamos asumir responsabilidad por nuestra vida y nuestros resultados

Hay personas que dejan sus resultados al azar, al juego de las circunstancias, a la inercia de los acontecimientos o a las decisiones de otras personas, pero las personas que son efectivas asumen la responsabilidad de que las cosas sucedan, se fabrican sus propias oportunidades y soluciones.

Por otra parte, la asunción de responsabilidad es la base para la efectividad, la habilitación, el desarrollo de la proactividad y la madurez personal. Al respecto comenta el psicólogo Albert Ellis:

Los mejores años de su vida son aquellos en los cuales usted decide que sus problemas son solamente suyos. Entonces no culpará a su madre, a la ecología o al presidente. Se dará cuenta que usted controla su propio destino.

La asunción de responsabilidad es esencial para crecer, aprender y ser efectivo en lo que se hace.

La actitud de responsabilidad construye autonomía, compromiso y sabiduría. Asumir responsabilidad nos hace más conscientes de nuestras decisiones y sus consecuencias. Nos faculta para aprender de nuestras propias experiencias y aun errores. Y eso aporta capacidad para aprender y mejorar.

Ser responsable supone, por tanto, aceptar los resultados que han acontecido a través de nuestras propias decisiones, tener conciencia plena de que cada acción tomada fue nuestra respuesta, que cada palabra que dijimos fue nuestra decisión. Y que cada decisión que tomamos puede mejorar o empeorar el mundo que nos rodea y nuestro propio mundo. Y, además, que cada respuesta que damos y elección que hacemos expresa nuestra personalidad, nuestro carácter, nuestro nivel de autoestima, etc. Y que sí que queremos dar respuestas diferentes, necesitamos crecer. Y que depende de nosotros y no de otros el crecer, cambiar, salir de nuestras propias limitaciones, resolver nuestros propios dilemas, etc.

Ser responsable es la única forma digna de vivir

Vivir, pues, según afirma el Dr.Covey:”Significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”.

Vivir implica asumir la responsabilidad creadora de la propia vida. Esa responsabilidad significa que cada uno de nosotros tiene la tarea y la oportunidad de crearse y renovarse, de cambiar sus circunstancias, y en el peor de los casos, de elegir sus actitudes ante las circunstancias que le toca vivir y que no puede cambiar.

La falta de asunción de responsabilidad nos quita proactividad para tomar la iniciativa, nos limita para actuar diligentemente, pues implica endosarles a otros nuestras decisiones, y eso nos sumerge en la excusa, la victimización y la autojustificación; eso nos desempodera, nos roba el protagonismo sobre nuestra vida.

Para resolver un problema, antes necesitamos asumir la responsabilidad de que ese problema es nuestro, sin echarle la culpa a otros, sin buscar justificaciones para la inacción.

Algunos indicadores que caracterizan a una persona con sentido de responsabilidad:

  • Las personas responsables toman las riendas de su vida. Toman las decisiones que requieren tomar.
  • Cumple los compromisos adquiridos consigo mismo y con otros.
  • Actúan en congruencia a sus valores.
  • Actúan con integridad.
  • Son proactivas, en vez de reactivas.
  • Actúan con disciplina.
  • Desarrollan un nivel de conciencia – autoconocimiento – de sí mismos.
  • Buscan soluciones a los problemas, en vez de endosar la responsabilidad de solucionarlos en otros.
  • Desarrollan capacidad de enfoque.

El lenguaje de la responsabilidad

Un buen ejercicio para comenzar a asumir nuestra responsabilidad, es aprender a usar adecuadamente nuestro lenguaje. Comunicarnos desde un lenguaje responsable.

Voy a usar algunos ejemplos: – A todos nos da miedo confiar en los demás. Esa es una forma de no asumir los propios miedos. Es diferente decir: a mí (no necesariamente a todos) me da miedo confiar en otras personas. En el primer caso diluyo mi responsabilidad por la emoción que estoy sintiendo. En el segundo caso, me apropio de la emoción que siento. No es que «a todo el mundo le de miedo», es que «a mí me da miedo». Desde ese lugar hay toma de conciencia, hay responsabilidad por lo sentido, hay posibilidad de accionar y hay crecimiento.

Cuando decimos: «a todos…», «a los demás…», «a la gente…»…lo que hacemos es poner afuera lo que no queremos responsabilizar, y diluimos nuestra responsabilidad, algo de lo que no nos queremos hacer cargo, y para esto lo ponemos fuera de nuestros dominios, lo proyectamos en otros.

Otras expresiones que limitan la responsabilidad son, por ejemplo: «eso debería hacerse…» o «tendría que ocuparme de eso…». En realidad, lo que estamos expresando es un deseo, pero no refleja un compromiso que vamos a cumplir. Eso debería hacerse, no deja claro quien lo va a hacer. Sería muy diferente decir: yo lo voy a hacer. Entre un «debería de…» y un «voy a…» hay una diferencia enorme.

Muchos de los problemas interpersonales tienen que ver con la dificultad para detectar las propias necesidades y hacerse responsable de expresarlas. Nos resulta más fácil responsabilizar a los demás por descubrir lo que necesitamos y la manera en la que nos lo han de proporcionar, en vez de definirlo nosotros mismos. Hay una diferencia en decir: necesito ayuda, a decir: necesito que me ayudes de esta manera si puedes…

La cuestión es que mediante el lenguaje expresamos nuestra identidad, y también conformamos nuestro futuro. Nuestro lenguaje construye y edifica hacia nuestro interior. El lenguaje también nos ayuda a identificar y comprender nuestros sentimientos, organizar nuestros pensamientos y organizarnos para la acción. Podemos usar un lenguaje proactivo, responsable que nos empodere; o podemos usar un lenguaje reactivo y que elude la responsabilidad y desempoderarnos.

Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.

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