- ¿Qué tipo mentalidad es la suya? ¿Cómo es su estructura mental?
- ¿Es rígida, dogmática, cerrada (fija) o flexible, adaptable, abierta (de crecimiento)?
- ¿Es reflexiva o impulsiva?
- ¿Es liquida, endeble (sin firmeza) o disciplinada?
- ¿Es practica o idealista?
- ¿Es inquisidora, indagadora, curiosa o perezosa y va con la corriente?
Esta es una serie dedicada a trabajar en la construcción de una mentalidad fuerte, que se traduce en madurez, flexibilidad, disciplina, confianza en sí mismo, funcionalidad y efectividad. Una mentalidad capaz de mantener el enfoque, cumplir objetivos, responder con entereza, sobreponerse a los fracasos.
Una mentalidad adecuada acompaña al éxito, pero una mentalidad incorrecta acompaña al fracaso.
Queremos compartir algunos factores necesarios para construir una mentalidad fuerte.
Saber priorizar
Definir y establecer una prioridad significa privilegiar algo por encima de otras cosas, como consecuencia de asignarle una mayor importancia y preponderancia.
Una mentalidad fuerte sabe definir y vivir por prioridades. Ha desarrollado la disciplina de enfocarse en aquellas actividades y roles a los que se le ha otorgado prioridad.
Ahora, definir y vivir por prioridades va más allá de tener una lista de tareas con un orden y jerarquía, ya que la vida es dinámica y cambiante. No se trata de una lista de tareas que sirve para ir tachando ítems en la medida que los completamos. Es más bien una forma de definir por anticipado la dirección en la que nos vamos a desempeñar, hasta hacer una constante, un estilo de vida, una forma de ser y estar en el mundo que cuenta con una dirección clara. Es mas un proceso que requiere ser gestionado diariamente, para no salirnos de lo que hemos asumido como prioritario, y distraernos en urgencias, contingencia, pedidos del entorno, etc.
Criterios claros para definir prioridades
Por lo tanto, necesitamos criterios claros y firmes que nos permitan evaluar constantemente nuestra vida y nuestras circunstancias; que nos faciliten la toma de decisiones cuando los imprevistos, las contingencias, y los pedidos de otras personas nos interrumpan y nos quieran sacar del curso de acción, o aparezca un falso objetivo que amenace con distraernos de lo que realmente deberíamos hacer para ser productivos y efectivos.
Un buen criterio es unos valores definidos y comprometidos que sirvan de guía para la toma de decisiones, unas metas específicas y definidas, un claro sentido de propósito, visión y misión personal, todo esto amarrado a un plan de acción concreto. Todas estas definiciones garantizan el enfoque en las prioridades.
Para vivir por prioridades, primero hay que definir, pues, qué es prioritario. Eso demanda contar, como ya dijimos, con criterios de definición sobre qué es importante, tales como: sentido de propósito, visión y misión personal y valores de vida, metas. Estas definiciones se convierten en criterios orientadores a la hora de tomar decisiones. Tener criterios claros que nos ayuda a definir prioridades, evita que reaccionemos antes las situaciones, y nos direcciona para actuar con intencionalidad, proactividad y sentido estratégico.
Construir disciplina para mantenerse actuando en las prioridades
Pero también se requiere construir disciplina para mantenerse actuando en las prioridades, aun cuando no estemos naturalmente motivados. En la práctica vivir por prioridades requiere, además de claridad de lo qué es importante, tener la disciplina para privilegiar lo importante en la acción cotidiana, para no desviarse en asuntos urgentes, imprevistos, no alineados a los objetivos de vida. Ayuda a este proceso el desarrollar un compromiso y un sentido de responsabilidad con aquellas cosas que hemos definido como prioridad. Porque una cosa en definir prioridades, y otra el accionar y vivir privilegiando en nuestro quehacer diario esas prioridades. Esa es una disciplina que se construye.
Eso va más allá también de hacer una buena gestión del tiempo. Porque para vivir por prioridades resulta más útil saber gestionarnos a nosotros mismos, que gestionar el tiempo, y para eso es más útil una brújula que brinde dirección, que un reloj que cuente y controle el tiempo. Como dice S. Covey: “El desafío no consiste en administrar el tiempo, sino en administrarnos a nosotros”. Al fin y al cabo, como dice Zig Ziglar: “El problema es la falta de dirección, no la falta de tiempo: todos contamos con días de 24 horas”. Necesitamos definiciones claras que nos brinden direccionalidad para enfocarnos en nuestras prioridades.
Implica, además, saber cómo organizar la propia vida, desarrollar enfoque alrededor de las prioridades. Las personas que viven por prioridades entienden que actividad no es necesariamente realización. Estar ocupado no es sinónimo de productividad y efectividad.
Saber decir no
Vivir por prioridades requiere también saber a qué decir NO, a fin de lograr concentrar la atención y el esfuerzo en pocos objetivos al mismo tiempo, vale decir, posponer y aplazar unas cosas en beneficio de otras, o lo que es lo mismo, poner límites, sabiendo que nuestra capacidad de esfuerzo y tiempo son limitados. Recordando, además, que nunca hay tiempo suficiente para hacerlo todo, pero siempre hay tiempo para hacer las cosas más prioritarias e importantes.
La construcción de hábitos también nos ayuda a vivir por prioridades
Otro elemento que ayuda a vivir por prioridades es construir y desarrollar hábitos alrededor de los roles y área que hemos definido como prioridad, para ayudar a la disciplina de accionar sobre esas áreas y roles. Para evitar que la falta de estructura no lleve por inercia, en piloto automático hacia áreas que no se alinean con nuestros objetivos prioritarios. Los buenos hábitos facilitan la alineación a las prioridades.
Vivir por prioridades nos mantiene enfocados
Una mentalidad que vive por prioridades se convierte en una mentalidad fuerte, pues no se deja arrastrar, ni influenciar por caminos que no le convienen, ni desviar por atajos; una mentalidad que se mantiene con constancia y perseverancia en sus objetivos vitales.
El riesgo de no tener prioridades claramente definidas en nuestra vida, es dispersarnos en muchas cosas, y ser incapaz de concentrar un esfuerzo enfocado y, en consecuencia, perder efectividad. Cuando no somos capaces de definir y organizar nuestra vida con base a prioridades, corremos el riesgo de dispersarnos, desenfocarnos, perder equilibrio y efectividad en lo que hacemos. Podemos, además, malgastar nuestro tiempo en atender urgencias; peor aún desarrollar un desempeño orientado a apagar fuegos. Sin prioridades no hay enfoque, y sin enfoque no hay poder personal para la acción. Sin objetivos claros no se puede enfocar la energía (atención, esfuerzo, tiempo, etc.).
El saber vivir por prioridades es una disciplina que se construye, y que requiere voluntad, definiciones claras, y desarrollar capacidad de enfoque. Este es un proceso sobre el que bien vale la pena trabajar por los beneficios que aporta en términos de congruencia, resultados satisfactorios y efectividad personal.
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