Fijar y comunicar las expectativas adecuadas es la herramienta más importante de que dispone un directivo para impartir un impulso imperceptible en la gente que supervisa. Andrew S. Grove.
Si estas expectativas se transmiten de forma positiva el efecto es aún más multiplicador, por la contribución a la autoconfianza del colaborador.
Al respecto dice un pensamiento anónimo: “La confianza que los demás tengan sobre nosotros puede darnos alas para alcanzar los objetivos más difíciles”.
Algunas preguntas que necesita hacerse un líder son: ¿Influyen las expectativas positivas del líder sobre el desempeño de sus colaboradores? ¿Inducen las expectativas positivas por sí mismas, en la mejora del rendimiento de los empleados? La respuesta definitivamente es sí.
Las expectativas positivas son una buena inversión para la cuenta emocional de los empleados de una organización. Una premisa siempre válida es esperar lo mejor de la gente, y comunicarles esas expectativas a las personas.
El tener expectativas altas y comunicarlas adecuadamente, actúa como un elemento de motivación y refuerza la autoconfianza y el sentido de competencia y eficacia de los colaboradores. En el mundo empresarial eso es conocido como el efecto Pigmalión, que dice que la creencia que se tiene de una persona puede influir en el rendimiento de ésta.
Esas expectativas necesitan ser negociadas y consensuadas con el empleado, además de ser adecuadamente vendidas por el líder, de tal manera que representen un reto y una oportunidad a la que el empleado se comprometa.
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