En un mundo donde la rapidez y la rentabilidad dominan la agenda organizacional, hablar de ética puede parecer un lujo moral. Sin embargo, el desempeño ético-moral se erige como un pilar insustituible para construir organizaciones verdaderamente sostenibles, productivas y confiables.
El libro de Proverbios ofrece sabiduría milenaria que sigue vigente:
«Las riquezas mal habidas no tienen ningún valor duradero» (Proverbios 10:2).
En este artículo reflexionamos sobre cómo los principios éticos no solo son deseables, sino imprescindibles para la productividad, efectividad y legitimidad organizacional.
Ética y productividad: un binomio indisoluble
“Es mejor ganar poco, pero honestamente, que ganar mucho, pero estafando” (Proverbios 11:18)
La investigación de Stephen M.R. Covey muestra que la confianza —derivada del comportamiento ético— afecta directamente dos resultados cuantificables: la velocidad y los costos. Cuando hay confianza, todo fluye más rápido y es más económico. En cambio, la deshonestidad ralentiza procesos, eleva la burocracia y dispara los gastos en controles y auditorías.
Francis Fukuyama afirma que la desconfianza genera un “impuesto invisible” sobre todas las relaciones económicas. Es decir, una organización que no cultiva la confianza pagará más caro cada transacción, contrato o alianza. El engaño puede traer beneficios inmediatos, pero a largo plazo, como advierte Salomón, deja «la boca llena de arena» (Proverbios 20:17).
¿Puede una organización ser verdaderamente productiva si traiciona sus principios éticos?
La transparencia como modelo de gestión
«La transparencia es clave para el futuro de nuestras organizaciones» (Jean-Claude Trichet)
La transparencia organizativa no se limita a publicar informes financieros. Implica una actitud institucional hacia la verdad. Stephen Covey la define como «decir la verdad de tal modo que los demás puedan verificarla por sí mismos».
Una organización transparente genera un entorno de confianza, participación y empoderamiento. Esta práctica, según investigaciones de liderazgo transformacional, fortalece la cultura organizacional y mejora el compromiso laboral. Por el contrario, el ocultamiento de información se convierte en un pasivo que erosiona la reputación y mina el clima laboral.
¿Qué tan dispuesta está tu organización a vivir conforme a la verdad?
El costo oculto de la deshonestidad
“El que aspira a ganancias deshonestas arruina su casa” (Proverbios 15:27)
Los escándalos financieros y empresariales (Enron, WorldCom, FTX, Adani Group, Pertamina, Glencore y Deloitte, Big Motor), políticos (Qatargate, Pertamina, Fernando Collor, INSS), deportivos (UEFA, World Triathlon, Negreira, US Biathlon), entre otros, han demostrado que las prácticas inmorales y falta de ética no son sostenibles. Más allá de las consecuencias legales, el verdadero costo es la pérdida de legitimidad. Michael Jensen, experto en teoría de la firma, sostiene que:
“Si la integridad disminuye, también lo hace la capacidad de trabajo y la creación de valor”.
La integridad no es una virtud abstracta, sino un factor de producción. Una organización puede contar con tecnología avanzada y procesos eficientes, pero si su liderazgo carece de ética, el sistema colapsa desde adentro. La pérdida de confianza, tanto interna como externa, es un quiebre que cuesta años reparar.
¿Estamos conscientes del precio que pagamos por cada decisión que compromete nuestros valores?
La ley de la cosecha: liderazgo con consecuencia
“La fortuna amasada por la lengua embustera se esfuma como la niebla” (Proverbios 21:6)
El principio de “se cosecha lo que se siembra” no es solo espiritual; es una realidad organizacional. Líderes que siembran honestidad, justicia y respeto cosechan productividad, reputación y compromiso. Robbie Shell lo resume así:
“La verdad es el núcleo más profundo del auténtico liderazgo”.
Las organizaciones avanzan al ritmo de la confianza. Cada promesa incumplida, cada información manipulada, es una grieta que socava la estructura. En contraste, cuando la verdad se convierte en política institucional, se crea una cultura que atrae talento, fideliza clientes y resiste las tormentas del mercado.
¿Qué tipo de semilla estamos sembrando con nuestras decisiones diarias?
Conclusión
Obrar éticamente no es solo correcto; es rentable. La integridad es un activo intangible pero poderoso. Vivir conforme a la verdad fortalece a las personas, los equipos y las organizaciones. En un contexto global de desconfianza y escándalos, liderar con valores no es una opción, es una necesidad estratégica. Como enseña la sabiduría de los Proverbios, sólo lo sembrado con rectitud y verdad dará frutos duraderos.
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