Las emociones no son buenas ni malas. Son disposiciones para actuar y resolver. Arnoldo Arana
El contexto cultural actual es de censura hacia las emociones
El ambiente cultural y social actual apunta a la no expresión emocional, sobre todo aquellas emociones que social y culturalmente han sido etiquetadas – estigmatizadas – como negativas, tales como la rabia, la tristeza, el dolor, o el miedo. Estas emociones han sido catalogadas como una debilidad más que un potencial, en consecuencia, hay la tendencia a negarlas, reprimirlas, camuflarlas o apaciguarlas, pero las emociones no tienen carácter moral.
Muchas personas pretenden meter las emociones en un molde. Al respecto dice Maickel Malamed:
“Parte del manejo emocional tiene que ver con moldes… el hombre piensa, la mujer siente, los hombres no lloran, la tristeza es mala, el miedo es de cobardes… se pierde la emoción en una cuestión moral y la moralidad está en la acción, no en el sentimiento”.
Lo moral no está, tomando como ejemplo la rabia, en la emoción en sí misma, sino en lo que hacemos cuando estamos enojados. Qué hacemos con la ira es lo importante: ¿La usamos para poner límites, o para responder ante una situación de peligro o amenaza, o para movilizarnos a la acción ante situaciones de injusticia? ¿O la usamos para actuar con violencia hacia otras personas, ofender, o para transgredir los derechos de otras personas?
Las emociones no son ni buenas ni malas, ni positivas ni negativas. La neuroanatomía de las emociones no admite calificativos morales. Las emociones constituyen un componente fijo de nuestro programa de comportamiento. No son opcionales.
Las emociones son señales de nuestro organismo que informan sobre una necesidad
Las emociones representan un sistema de información y evaluación que nos informa de nuestra realidad, dándonos una carga afectiva. De esta forma cada emoción cumple una función, y todas tienen una razón de ser. Las emociones nos brindan la dirección que requerimos para actuar en cada situación, y la referencia acertada de lo que nos sucede en un momento determinado, así como la energía adecuada para actuar en cada situación.
Así, por ejemplo, la rabia nos informa que alguien ha traspasado nuestros límites, el dolor nos dice que ha aparecido una herida, el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, el placer nos ayuda a tomar conciencia de que nuestras necesidades están satisfechas, la tristeza nos susurra del valor de lo perdido, la frustración nos expresa que tenemos necesidades no atendidas u objetivos no alcanzados, la impotencia nos habla de la falta de potencial para el cambio, la confusión nos expresa que estamos procesando información contradictoria. Cada emoción tiene su propio mensaje e intensidad.
Las emociones son, pues, un sistema de señales que nos dan información que necesitamos en un momento determinado para organizar nuestra conducta y orientar nuestras acciones. Cada una de las emociones son signos que nos ayudan a prepararnos para responder a diferentes situaciones.
Del mismo modo en que las luces del tablero de un auto se encienden señales que indican, por ejemplo, que queda poco combustible, o que les falta aire a las llantas, así cada emoción es una señal que en sí misma no significa nada, pero que indica un problema por resolver, un impulso para actuar en una dirección.
El etiquetamiento moral anula la funcionalidad de las emociones
En este contexto de cuestionamiento y descalificación moral de las emociones es común escuchar expresiones tales como: “Si te ven triste o llorando van a pensar que eres débil”, “deja el enojo: van a pensar que eres un amargado (a)”, “no te rías tan fuerte: te ves tan vulgar cuando lo haces”, “contrólate, no llores…” “los hombres no lloran”, etc.
Las emociones son señales cuya función es informarnos de nuestras necesidades, y en la expresión de las emociones tomamos contacto con nuestras necesidades; pero cuando las descalificamos y las reprimimos y, en consecuencia, evitamos sentirlas y dejamos de escuchar su voz, dejamos de entrar en contacto con nuestras necesidades y, en consecuencia, dejamos de satisfacerlas.
“Si hablamos de emociones buenas y emociones malas, les damos una valoración moral que nos impide comprender su razón de ser. Y ésta es una lección inadecuada que aprendemos desde niños. El problema es que cuando pienso que una emoción es mala tiendo a eliminarla, así que me pierdo la posibilidad de aprender lo que tiene para enseñarme, y entonces en lugar de aprovecharla sólo la padezco” (Nolberto Levy).
Para reflexionar:
- ¿Cómo catalogas la tristeza, la rabia y el miedo?
- ¿Tiendes a reprimir algunos tipos de emociones como el dolor, la tristeza, el miedo o la rabia?
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Buenos días. Excelente página. Los temas han sido muy interesantes y necesarios para mí crecimiento y desarrollo personal … Agradecida.
Saludos Joani. Un placer que te conectes con nosotros. Estamos a la orden.
Saludos. Un placer tenerte en nuestro grupo.