¿Se auto-condena por algo hecho incorrectamente y por lo cual usted ya pidió perdón, realizó los cambios necesarios y compensó a la persona a la que le causó daño?
¿Tiende a rumiar la ofensa cometida de la cual usted ya se arrepintió?
Un aspecto importante en el trabajo con el perdón es ser capaz de auto- perdonarse.
Quizá el auto-perdón sea aún más difícil que perdonar a otros que nos hayan herido, si bien tenemos más control sobre nuestros actos que sobre los actos de los demás. Además, la incapacidad para perdonarse a sí mismo, puede tener efectos más negativos que la falta de perdón a otros. En ocasiones, convivir con el acusador externo, puede ser más fácil que convivir con una conciencia culposa e intolerante. Por otra parte, podríamos decir que aprender a perdonarse ayuda cuando tenemos que perdonar a otros.
Qué es auto-perdonarse
Practicar el auto-perdón es ser comprensivos con nosotros mismos. No se trata de no juzgarnos, sino de poner en la justa medida nuestras acciones. El auto-perdón tiene que ver con la determinación de abandonar el auto-resentimiento ante el reconocimiento de que se ha cometido un error o falta, fomentando la auto-compasión y reconciliándose con uno mismo. Conlleva el integrar las características personales previamente inaceptables para que pueda aceptar todo lo que es sin auto sabotaje.
Asumiendo la responsabilidad por el daño ocasionado y la falta cometida
Este proceso se facilita cuando asumimos la responsabilidad por el daño causado, y tomamos la decisión de reparar el daño.
En este sentido, los autores Cornish y Wade (adaptado), definen el perdón a uno mismo como un proceso en el que la persona:
- Acepta la responsabilidad de haber dañado a otra.
- Se implica en la restauración a través de conductas reparadoras, intentando cambiar los patrones de conducta que le llevaron a la ofensa y vuelve a comprometerse con sus valores.
- Expresa remordimiento mientras reduce la vergüenza.
- Alcanza un renovado auto-respeto, autocompasión y auto-aceptación, consiguiendo en todo el proceso un crecimiento moral.
Detallemos estos elementos:
Aceptación de la responsabilidad del daño causado
Uno de los aspectos negativos o lado oscuro del auto-perdón es evitar la responsabilidad (externalizar la responsabilidad) por la acción negativa cometida, desplazando la culpa hacia afuera o justificando sus acciones, construyendo todo tipo de argumentos que lo eximan de responsabilidad, y de esta forma terminar poniendo la responsabilidad de sus acciones en otros. Esta actitud en la práctica se traduce en la declaración: “la culpa es tuya” (de la víctima). Otra forma de evadir la responsabilidad es negar lo ocurrido, o negar que sea incorrecto, o que sea importante.
Toda esta maniobra buscar huir del malestar interno que le genera la culpa. Esto no favorece el perdón interpersonal (necesidad de pedir perdón al ofendido), al reducir la motivación requerida para el cambio de conducta, a fin de enmendar el daño causado. Pero tampoco libera realmente de la culpa.
Hay una diferencia entre perdonarse a sí mismo e ignorar nuestros errores y nuestra responsabilidad (auto-disculparnos). Si bien el auto-perdón abarca un cambio emocional hacia uno mismo, también requiere cambios hacia el ofendido, vale decir, acciones compensatorias y reparadoras por el daño causado. Esa responsabilidad es ineludible.
No se puede desligar, pues, el perdonarse a sí mismo, del asumir la responsabilidad por el daño causado y disponerse a realizar acciones reparadoras. Se requiere, entonces, de la restauración interpersonal e intrapersonal, en la que se repara simultáneamente a la parte ofendida, así como también a la propia autoestima.
Implicación en la restauración a través de conductas reparadoras
Esto conlleva el afrontar el daño causado y llevar a cabo una restauración compensativa. Asumir la responsabilidad con acciones orientadas a reparar y compensar los daños ocasionados, es la mejor forma de tratar con la culpa. Las conductas reparatorias preceden el desarrollo de mayores niveles de perdón a uno mismo. Al reparar el daño ocasionado al otro, en cierta medida, reparamos el daño infligido a nuestro yo. Es una especie de acto de auto-redención. En este proceso mientras más plena sea la reparación a la víctima, se logra más auto-habilitación para el auto-perdón.
Cuando nos auto-perdonamos por lo que hicimos e iniciamos el proceso de reparación, de alguna forma, nos convertimos en alguien diferente a aquel que cometió los actos indebidos. Así, en la medida que avanzamos en la reparación, avanzamos hacia capas más profunda de auto-perdón.
Expresión de remordimiento y culpa
Por otra parte, el remordimiento o la culpa es un factor necesario en los procesos de perdón. El sentimiento de culpa es un mecanismo fundamental en nuestro aprendizaje y comprensión de nuestras conductas y motivaciones. Sin haber elaborado la culpa personal no podemos perdonarnos a nosotros mismos.
Sin la sana culpa es difícil tomar conciencia y responsabilidad por las acciones hechas, y se impide, además, el arrepentimiento y la rectificación necesarios. En ese sentido, la culpa puede ser un sentimiento saludable y valioso para avisarnos que hemos cometido errores, y que debemos hacer cambios en la forma como tratamos a otras personas, o en la forma como vivimos nuestra vida. Lo contraproducente es mantener la culpa después de arrepentirnos y de haber hecho los cambios necesarios. Aferrarse neuróticamente a la culpa dificulta el perdonarnos a nosotros mismos, pues nos convierte en jueces y verdugos de nosotros mismos.
En el otro extremo de auto-perdonarse esta el auto-culpabilizarse en exceso o auto-condenarse. Cuando la culpa se convierte en culpa neurótica, ésta se internaliza, y se acompaña de altos niveles de vergüenza y deseos de castigarse a uno mismo. Esto lleva a la rumiación negativa que auto-flagela.
Si bien el auto-perdón no nos exculpa por el daño causado, sí nos permite sentirnos persona nuevamente.
Desarrollo de auto-respeto, auto-compasión y auto-aceptación
El auto-perdón realizado en estos términos, centrado en el problema, más que en la persona que se auto-perdona, es el genuino auto-perdón, y el que genera la posibilidad de lograr un renovado auto-respeto, auto-compensación y auto-aceptación, redundando en un sentido de dignidad personal.
“En el proceso de auto-perdón genuino se reconoce la culpabilidad, el valor de la víctima, se experimentan las emociones asociadas, y surgen actitudes y comportamientos que encaran la ofensa, buscan enmendar el daño, y, en el proceso, recupera su imagen como buena persona (se perdona a sí mismo). En este sentido, es un afrontamiento centrado en el problema, que busca cambiar la situación que creó los sentimientos negativos”. María Prieto-Ursúa y Ignacio Echegoyen
Por todo esto, se espera que el auto-perdón esté relacionado tanto con la restauración interpersonal como con la intrapersonal. Concluimos con la necesidad de comprender el auto-perdón, tanto desde la perspectiva del ofensor y su necesidad de buscar y recibir perdón, como desde la perspectiva de la gestión interna de la culpa y la responsabilidad.
El auto-perdón es una práctica necesaria para la salud personal
No es auto-indulgencia, ni auto-condonación, ni implica debilitamiento de la conciencia moral. Así como el perdón al otro no borra ni absuelve el comportamiento dañino de éste, el auto-perdón no borra mágicamente la culpa; por el contrario, usa la culpa como materia prima para la asunción de la responsabilidad por los daños ocasionados y para la acción de reparación a quien se ha ofendido.
Aun perdonándose, uno puede responsabilizarse por el daño causado, y disponerse a la reparación. Pero al auto-perdonarse asume la determinación de no permitir que el pasado controle su futuro, afirmando que lo que hizo no le define como persona, sino su comportamiento en un momento determinado. En todo caso, al auto-perdonarse uno se libera del crítico interno que lo condena irremediable y permanentemente. Al perdonarse, uno se libera de la vergüenza – incapacidad y falta de confianza en sí mismo – y puede dedicarse a corregir aquellas acciones que le generan culpa. Así, aprender a perdonarse a sí mismo le da a uno la libertad de curarse.
Perdonando la actitud y las conductas asumidas como víctimas
Un aspecto del auto-perdón se asocia con nuestra posición de víctimas, y no sólo con nuestro rol de agresor. En ocasiones podemos resentir contra nosotros mismos, por la forma como manejamos la agresión que sufrimos como víctimas.
“En el caso de la víctima me parece imprescindible poder perdonarse el miedo, la fragilidad o la actitud timorata y supuestamente pusilánime con la que respondió al agresor y a sus actos… Es menester poder salir de ese bucle de recriminaciones humillantes y vergonzosas que alimentan el resentimiento, acrecentando los deseos vengativos por la intolerabilidad e insoportabilidad de la humillación infligida. Perdonarse por no tener un Yo suficientemente ideal para afrontar las agresiones sufridas”… Perdonarse supondría la aceptación con humildad de nuestras limitaciones, nuestros miedos e incapacidades. Tolerar que no seamos ese Yo ideal. Otras veces implica la admisión de unas briznas de culpabilidad en la agresión sufrida porque a lo mejor no somos inocentes en los hechos que devinieron, sea cual sea la medida de nuestra participación. En este sentido perdonarse es reconciliarse con el propio self”.
El impacto de las heridas emocionales
Necesitamos entender, cuando sufrimos como víctimas (sobre todo ante grandes agravios), que la agresión puede poner en evidencia la imposibilidad para defendernos, al sentirnos atemorizados y bloqueados por el miedo. Es como si entráramos en modo de indefensión, experimentando en esas situaciones impotencia e incapacidad para defendernos de la agresión, al punto de poder haber consentido pasivamente, como una marioneta en las manos del agresor, comportamientos que luego pueden generar mucha vergüenza y humillación. Y es que la agresión pone en evidencia nuestra vulnerabilidad y fragilidad como víctimas y el temor que nos paraliza. Eso se complica más cuando no sólo sufrimos agresión nosotros, sino también algún miembro de nuestra familia o un tercero, no habiendo podido hacer nada para evitarlo. Entonces, junto al intenso dolor por ello, se desencadenan sentimientos de humillación, vergüenza y culpabilidad que se hacen intolerables e insoportables. Esto puede conducir a una auto-flagelación desde nuestro superyó herido.
Como conclusión, podríamos decir que perdonarse a sí mismo tiene mucho en común con perdonar a los demás. En ambos casos es importante disminuir la intensidad de la ofensa, asumir la responsabilidad por los sentimientos y establecer una intención positiva.
Acusado y juez al mismo tiempo
En el perdón a uno mismo, la misma persona es a la vez ofensor (acusado) y otorgador de perdón (juez). Esto puede hacer más complejo el auto-perdón, que el perdonar a otro. Podemos ser jueces excesivamente críticos y severos. Puede ser difícil de manejar identificarse como ofensor, y al mismo tiempo ser el juez que otorga el perdón. Esta duplicidad de roles puede generar mucha ambigüedad. En este sentido, el perdón a uno mismo no puede ser incondicional, como en el caso el caso del perdón a otros, ya que en ese caso no necesita del concurso del ofensor. Pero en el auto-perdón la persona ha de establecer condiciones que deben cumplirse para que se pueda perdonar, e implica una resolución de cambio y de comportamiento distinto en el futuro. De lo contrario, puede restarle importancia a recibir el perdón de quien ha ofendido y a la reparación a la víctima por el daño que le ha ocasionado.
Por otra parte, la capacidad o no de perdonarse a sí mismo suele venir condicionada por ciertos aspectos de la personalidad. Las personas que son capaces de perdonarse a sí mismas son personas que tienen y mantienen un alto nivel de autoestima, de satisfacción con su vida y de bienestar psicológico; son personas pro-sociales, amables y con gran facilidad para perdonar a los demás. Las personas que no se permiten perdonarse a sí mismas suelen presentar bajos niveles de autoestima, altos niveles de culpa, de ansiedad y depresión y baja satisfacción personal con la vida.
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