¿Con qué estilo enfrento el cambio?

Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.
21 mayo 2025
  • ¿Cómo percibe usted el cambio?
  • ¿Qué sentimientos le despiertan las situaciones de cambio?
  • ¿Cómo responde cuando el cambio le toca a su puerta?
  • ¿Tiende a apoyar u oponerse a los procesos de cambio?

No hay una respuesta única para todas estas preguntas. El impacto y la percepción del cambio en tan variable como la persona misma. A su vez cada persona tiene una forma propia de manejar el cambio, atendiendo a sus aprendizajes, experiencias, habilidades y personalidad.

En un mundo donde el cambio es una constante, comprender cómo las personas y las organizaciones enfrentan los procesos de transformación es esencial. No todos reaccionan igual ante la novedad o la incertidumbre, y estos distintos enfoques pueden marcar la diferencia entre el éxito y el estancamiento. Una forma útil de clasificar las actitudes frente al cambio es a través de tres estilos básicos: conservadores, pragmáticos e iniciadores. Cada uno de estos estilos representa una forma distinta de relacionarse con la innovación, la tradición y el riesgo. El estilo refleja algunos aspectos de la personalidad o preferencias neurológicas.

El contexto del cambio

Antes de abordar cada estilo, es importante entender que el cambio no se da en el vacío. Está influido por factores externos (como la tecnología, los mercados o la política) e internos (como la cultura organizacional o los valores personales). Frente a este panorama, las personas desarrollan posturas y estrategias que les permiten navegar, resistir o liderar los procesos de transformación. Estas posturas no son necesariamente buenas o malas en sí mismas: su valor depende del contexto, los objetivos y la capacidad de adaptarse sin perder el rumbo.

Estilos de cambio: conservadores, pragmáticos e iniciadores

ConservadoresPragmáticosIniciadores
Aceptan la estructuraExploran la estructuraCuestionan la estructura
Prefieren cambios que vienen en incrementosPrefieren cambios que son funcionalesPrefieren cambios que no son expansivos
Aceptan supuestos convencionalesEstán más interesados en la funcionalidad que en la tradición o en la novedadRetan los supuestos convencionales
Valoran la tradición y prefieren lo predecibleValoran los cambios que producen beneficios visiblesDisfrutan el riesgo y la incertidumbre
Son pensadores convergentesSuelen adoptar el “camino del medio”Son pensadores divergentes

Conservadores: guardianes de la estabilidad

Los conservadores representan el polo más reacio al cambio. Este estilo se caracteriza por una alta valoración de la tradición, la estabilidad y el conocimiento acumulado. Los conservadores creen que lo que ha funcionado en el pasado es valioso y que cualquier modificación debe justificarse ampliamente. Tienden a ver el cambio como una amenaza al orden establecido y se sienten más cómodos con estructuras predecibles y jerárquicas.

Desde un punto de vista positivo, los conservadores aportan memoria institucional, continuidad y profundidad analítica. Son quienes se aseguran de que las transformaciones no destruyan lo que ha sido eficaz. En entornos donde hay un exceso de improvisación o un riesgo de pérdida de identidad, el enfoque conservador puede ser un ancla necesaria.

Sin embargo, este estilo también tiene riesgos. Una excesiva rigidez o nostalgia del pasado puede llevar al inmovilismo, a perder oportunidades de mejora o a ignorar señales claras de obsolescencia. En mercados dinámicos, una organización dominada por este perfil puede volverse lenta o irrelevante.

Pragmáticos: adaptadores estratégicos

Los pragmáticos se ubican en un punto intermedio. No rechazan el cambio, pero tampoco lo buscan por sí mismo. En su lugar, lo evalúan con criterios funcionales: si mejora los resultados, reduce costos o responde a una necesidad real, entonces lo adoptan. Este estilo se basa en la lógica de la utilidad, la experimentación controlada y la gestión del riesgo.

El enfoque pragmático es característico de quienes valoran la eficiencia, la adaptabilidad y el sentido común. Son capaces de combinar lo mejor del pasado con lo necesario del presente. Tienden a observar qué hacen otros antes de tomar decisiones, lo que puede ahorrarles errores costosos.

El mayor valor de los pragmáticos es su capacidad de implementar cambios sostenibles y medidos. Su estilo evita el dogmatismo tanto del conservadurismo como del entusiasmo radical. No se enamoran ni del pasado ni del futuro, sino que actúan con base en la viabilidad y los resultados.

No obstante, el estilo pragmático también tiene sus debilidades. Puede llevar a un enfoque demasiado reactivo, sin visión transformadora. En contextos donde se requiere liderazgo disruptivo o innovación radical, los pragmáticos podrían quedarse cortos o actuar demasiado tarde.

Iniciadores: impulsores de la innovación 

En el otro extremo están los iniciadores, también llamados transformadores o innovadores. Son quienes no solo aceptan el cambio, sino que lo buscan activamente. Se sienten cómodos en la incertidumbre, disfrutan los desafíos y tienden a ver en cada problema una oportunidad para hacer las cosas de otra manera. Su mirada es prospectiva, orientada al futuro.

Este estilo se basa en valores como la creatividad, la autonomía, la pasión por aprender y la transformación constante. Los iniciadores son pioneros: impulsan nuevas ideas, desafían el statu quo y estimulan a otros a salir de su zona de confort. En tiempos de crisis o de disrupción, son quienes pueden ofrecer salidas originales y visionarias.

La gran virtud de los iniciadores es su capacidad de inspirar, renovar e imaginar escenarios diferentes. Son catalizadores del cambio y dinamizadores de la cultura organizacional. Sin ellos, muchas organizaciones quedarían atrapadas en la repetición y la complacencia.

Pero su estilo también puede tener efectos negativos si no se equilibra. Una sobredosis de cambio, sin una base sólida o sin considerar las capacidades reales de implementación, puede generar confusión, fatiga organizacional o incluso fracasos estratégicos. Además, no todos los entornos están listos para el ritmo de los iniciadores, y sus propuestas pueden ser vistas como riesgosas o poco realistas.

Interacciones y equilibrio entre estilos

Aunque es útil clasificar los estilos de cambio, en la práctica las personas no pertenecen de forma rígida a una sola categoría. Más bien, se mueven entre estilos según el contexto, la etapa del cambio o las características de la organización. Además, cada estilo puede complementar a los otros si se manejan con inteligencia emocional y visión sistémica.

En la práctica, las organizaciones no se componen exclusivamente de un tipo de estilo. Por el contrario, los tres estilos coexisten y, si se gestionan adecuadamente, pueden complementarse de manera productiva. La clave está en reconocer el valor que cada uno aporta y en fomentar un entorno de diálogo y colaboración.

  • Los conservadores garantizan la continuidad y alertan sobre los riesgos potenciales del cambio no planificado.
  • Los pragmáticos equilibran la innovación con la realidad operativa y facilitan la transición.
  • Los iniciadores impulsan la evolución y amplían los horizontes organizacionales.

Un liderazgo inteligente sabrá identificar estos estilos en su equipo y asignar roles estratégicos en función de sus fortalezas. Por ejemplo, un conservador puede ser un excelente guardián de la calidad y la coherencia institucional; un pragmático, un coordinador de la implementación; y un iniciador, el motor de la visión y la estrategia. 

Estilos de cambio y cultura organizacional

El estilo predominante en una organización está fuertemente influenciado por su cultura. Empresas con culturas jerárquicas y orientadas al control tienden a favorecer el estilo conservador, mientras que las culturas ágiles, creativas y orientadas al aprendizaje tienden a cultivar iniciadores. No obstante, una organización madura busca desarrollar una cultura de cambio inclusiva, donde todos los estilos tengan cabida.

Conclusión

Los estilos de cambio —conservador, pragmático e iniciador— reflejan diferentes maneras de enfrentar la transformación. Cada uno tiene sus virtudes y limitaciones, pero todos son necesarios para que una organización navegue con éxito los desafíos del entorno actual. Más allá de encasillar, el objetivo debe ser comprender estos estilos, promover la colaboración entre ellos y construir culturas organizacionales capaces de integrar lo mejor de cada perspectiva. En última instancia, el cambio no es una amenaza ni una panacea: es una constante, y saber gestionarlo es el verdadero arte del liderazgo.

Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.

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