Quien no administra su tiempo, pierde el control de su existencia.
En buena medida, dar sentido a nuestra vida es decidir cómo gestionar el tiempo. Arnoldo Arana
La vida está hecha de tiempo
Lo que hacemos con nuestro tiempo se convierte en lo que hacemos con nuestra vida. Arnoldo Arana
El tiempo es el elemento más esencial de que está hecha la vida. Y aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo es en definitiva a lo que asignamos prioridad en nuestra vida.
La vida tiene una duración limitada, medida precisamente en tiempo. Y quién gestiona bien su tiempo, gestiona bien su vida. Pero cuando somos negligentes con nuestro tiempo, somos negligentes con nuestra vida.
Cuando el tiempo se nos escapa de las manos, con él se escapa también la vida, porque el tiempo es la materia prima de la que está hecha la vida. Sólo tenemos una vida por un tiempo determinado. Y la forma como una persona valora su vida, es proporcional a la forma como valora su tiempo. Si amas tu vida, entonces, valorarás tu tiempo.
Descubrir el papel que juega el tiempo en nuestra vida: su naturaleza, su ritmo, su importancia, es algo que fecunda nuestras vidas. Pocas cosas aportan mayor madurez y sabiduría al hombre que el descubrimiento de que el tiempo es la materia prima de que está hecha la vida. Ser y tiempo son realidades que están estrechamente vinculadas, porque somos seres temporales.
El tiempo no es oro, es vida
Un refrán popular dice el tiempo es oro; pero debería decir el tiempo es vida.
El tiempo es mucho más valioso que el oro o cualquier otra posesión. Mientras el oro se acumula, el tiempo se agota. Mientras el oro se guarda, el tiempo solo puede vivirse. Cada segundo que pasa no vuelve. Y en esa fugacidad radical reside su poder: el tiempo es la materia prima con la que tejemos cada decisión, cada vínculo, cada obra, cada paso que le da forma a nuestra vida.
¿Administrar el tiempo o administrar nuestra vida?
Es útil planificar nuestro tiempo, tener agendas bien estructuradas, etcétera. Pero la denominación administración del tiempo puede resultar una definición poco feliz, porque puede distraernos del foco más importante que es gestionar nuestra vida. Como dice S. Covey: El desafío no consiste en administrar el tiempo, sino en administrarnos a nosotros. Al fin y al cabo, como dice Zig Ziglar: El problema es la falta de dirección, no la falta de tiempo: todos contamos con días de 24 horas.
Administrarnos a nosotros mismos, puede resultar más complejo, pero a su vez más eficaz que administrar el tiempo. Pero eso es un gran desafío. El tiempo es una variable más definida y sujeta a medición. El ser humano es una entidad muy compleja y difícil de medir y evaluar.
Antes de aprender, entonces, a administrar el tiempo, necesitamos aprender a administrarnos a nosotros mismos. El tiempo es neutro; lo que le da forma y valor es el uso que hacemos de él. Por eso, no basta con técnicas de organización, agendas o cronómetros si no hay claridad interior. La verdadera gestión del tiempo comienza con la autogestión: saber quién soy, qué quiero, qué valoro, qué me distrae, qué me impulsa y qué me detiene.
Administrar bien el tiempo no es una técnica de productividad, es un acto de lucidez existencial. Es comprender que no somos dueños del tiempo, pero sí responsables de lo que hacemos con él. Como señaló el filósofo Séneca hace más de dos mil años: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”. La verdadera escasez no está en las horas, sino en la conciencia de cómo las habitamos.
Administrarse a uno mismo es asumir el rol de autor y no de víctima en la propia vida. Implica tener dirección, foco, energía emocional disponible y una escala de prioridades coherente. Una persona desorganizada internamente será ineficaz, aunque tenga el mejor sistema de gestión del tiempo. En cambio, quien ha desarrollado disciplina, propósito y conciencia, transforma su tiempo en creación significativa. No es el reloj quien manda, sino la intención. Y para eso es mejor una brújula que aporte dirección, que un reloj que cuente el tiempo.
Gestionar el tiempo, entonces, no es llenar la agenda, sino vaciarla de lo innecesario. No es correr más rápido, sino caminar con dirección. No es reaccionar al reloj, sino responder con sentido.
Administrar el tiempo es, en última instancia, administrar la vida. Porque todo lo que valoramos —el amor, el aprendizaje, la creatividad, la presencia, la transformación— solo puede manifestarse en el tiempo. Y aunque no podemos alargar nuestra existencia, sí podemos ensanchar su significado. Quien cuida su tiempo, cuida su vida.
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