“Hemos sido educados con la idea de que el rechazo, la separación o el dolor son cosas malas y el que las padece es considerado débil o menos afortunado”. Manuel Barroso
Contexto cultural que gobierna las emociones
Los seres humanos nos movemos en un contexto en el que las emociones son consideradas una debilidad más que un potencial. El pensamiento de los últimos siglos ha insistido en el uso de la razón, obviando las emociones, más aún, considerándolas como una debilidad o un factor negativo.
Culturalmente nos hemos educado a guiarnos “racionalmente”, bajo la premisa “pienso, luego existo”, restando importancia a la emoción y su expresión.
Lo cierto es que nuestro sistema educativo enfatiza la educación intelectual, pero muy poco la educación emocional, por lo que las personas se convierten en individuos educados intelectualmente, pero emocionalmente analfabetas.
Las emociones no tienen calificativos morales
Hay emociones como la ira, el miedo, el dolor o la tristeza que, en algunos contextos, no son socialmente aceptadas o son estigmatizadas, clasificándolas como negativas, en consecuencia, tratamos de negarlas, disimularlas o camuflarlas. Pero las emociones no son ni buenas ni malas, ni positivas ni negativas. Lo moral no está en la emoción sino en la acción.
Negar, camuflar o reprimir nuestras emociones “no deseadas e incomodas”, no hará que desaparezcan o dejemos de experimentarlas, por más “esfuerzo, disciplina y control” que utilicemos. Seguirán presente en nuestras vidas, pues su voz es imposible de silenciar o apagar; pero expresándose de otras formas, como rigidez y contracciones musculares, insomnio, adicciones, trastornos corporales, compulsividad, etc. Es un esfuerzo inútil tratar de “enterrar las emociones”. Como lo expresa
Don Colbert: “Las emociones no mueren. Las enterramos, pero enterramos algo que todavía está vivo”.
Las emociones siempre emergerán redimidas por nuestras propias necesidades.
¿Qué son las emociones?
Ellas representan un sistema de información que nos retroalimenta de nuestra realidad, dándonos una carga afectiva que nos prepara para la acción. tambien las emociones nos brindan la dirección que requerimos para actuar en cada situación. A su vez Las emociones nos dan una referencia acertada de lo que nos sucede en un momento determinado, y la energía adecuada que requerimos para actuar en cada situación.
Las emociones son señales organísmicas (expresan necesidades)
Las emociones constituyen un componente fijo de nuestro programa de comportamiento. No son opcionales. No se pueden simplemente desconectar o apagar. La emoción es energía que expresa una necesidad. Las emociones nos informan de nuestras necesidades, y en la expresión de las emociones tomamos contacto con nuestras necesidades
Hay una sabiduría organísmica y un sentido ecológico en cada emoción. De esta forma cada emoción nos informa de una necesidad. Así, por ejemplo, la rabia nos informa que alguien ha traspasado nuestros límites, preparándonos así para defendernos; el dolor nos dice que ha aparecido una herida, y produce en nosotros la disposición a retraernos; el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, y nos prepara tomar medidas previsivas y protegernos; el placer nos ayuda a tomar conciencia de que nuestras necesidades están satisfechas; la tristeza nos susurra del valor de lo perdido, y nos prepara así para el duelo. Cada emoción tiene su propio mensaje e intensidad: su propia voz.
Las emociones tienen voz propia
Cuando evitamos sentir nuestras emociones, cuando las reprimimos – cuando dejamos de “escuchar su voz” -, o nos hacemos “sordos emocionales”, dejamos de entrar en contacto con nuestras experiencias…con nuestra verdad; y, en consecuencia, dejamos de atender y satisfacer nuestras necesidades.
Las emociones no simplemente nos ocurren, emergen de nuestro interior con un fin, siempre para comunicar algo. Es la voz de las emociones la que nos incita a escuchar o desatender, pararnos o avanzar, recordar u olvidar, cambiar o permanecer, simpatizar o antagonizar, motivar o decaer. Por eso cuando las emociones hablan, todo nuestro ser – cuerpo y mente – responde al lenguaje de las emociones, las vive, de allí que las emociones vienen acompañadas de cambios y reacciones en el ámbito corporal (expresión del rostro, tono de voz, postura del cuerpo, brillo de los ojos, gestos) y en el ámbito psicológico (vivencia emocional: falta de concentración, la irritabilidad, la excitabilidad, etc.)
Decodificar el lenguaje de las emociones
Pero eso necesitamos aprender a decodificar acertadamente el lenguaje de las emociones que emergen desde nuestra realidad interior, lo cual demanda ser consciente del propio mundo interior, de la vivencia que se moviliza de la piel hacia adentro. Necesitamos aprender a respetar nuestras emociones, reconocerlas y aceptarlas.
Puede que en ocasiones la voz de nuestras emociones nos aturda, nos abrume, nos parezca desagradable o nos resulte amenazante, y tal vez la primera reacción sea huir de ellas o esconderlas. Sin embargo, necesitamos escuchar sus mensajes y atenderlos, acostumbrarnos a vivenciarlas sin juzgarlas ni etiquetarlas, buscando el mensaje que intentan comunicarnos; aprender de lo que nos dicen, pues, detrás de su voz hay un mensaje que oculta una realidad interna que busca revelarse; un flujo de energía que busca expresar una necesidad, un potencial de vida que quiere emerger.
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