Una cosa son las emociones y otra son los estados de ánimo. Las emociones son diferentes a los estados de ánimo.
Una emoción es una reacción inmediata. Son expresiones psicofisiológicas instantáneas, episódicas, de corta duración, provocadas por la presencia de un estímulo o evento, y que en forma saludable debería extinguirse con la propia situación que la generó.
Los estados de ánimo son emociones que se instalan a partir de la permanencia de las emociones a través del tiempo, y no dependen de un acontecimiento específico, sino que diversos acontecimientos pasados, traumas, experiencias tóxicas, aprendizajes, han influido para que la persona esté dando esa respuesta emocional rígida y poco adaptativa. Entonces la rabia se puede convertir en mal humor e irritabilidad permanente, el miedo en pánico (miedo al miedo), la tristeza y el dolor en depresión. Hablamos, entonces, de una condición de permanencia de la emoción en el tiempo. Y esto es un estado, una forma de permanecer, de estar, cuya duración es prolongada y repercute sobre el resto de nuestro mundo psicológico.
Por el contrario, el funcionamiento de las emociones es de carácter transitorio y de ciclo limitado y corto en el tiempo. Una vez su misión ha concluido se agota a sí misma (eso es lo sano). Pero si me quedo, por ejemplo, rumiando la rabia puede hacerse crónica y perjudicial, evolucionar como violencia, odio, rencor y resentimiento; o instalarse como mal humor e irritabilidad; como una forma de ser y estar en el mundo, como una respuesta poco flexible y poco adaptativa.
Una forma de alargar la presencia de la emoción en nuestra vida es la represión emocional
Cuando el ritmo natural de las emociones se interrumpe (reprime) o alarga, racionalizando, reprimiendo o negando las emociones, se violenta un estado biológico adaptativo y la emoción sufre una metamorfosis negativa. Pasamos, entonces, de la emoción a los estados emocionales patológicos o disfuncionales. Hablamos, entonces, de una predisposición, de una respuesta rígida. La emoción deja de comportarse como una respuesta aguda, puntual y espontánea ante eventos y situaciones, para emerger como un estado cronificado. Es como si reaccionáramos por hábito emocional.
Nuestro esquema cognitivo también es otra forma de alargar la presencia de las emociones en el tiempo
En muchas ocasiones al experimentar alguna emoción, tendemos a rumiar dichas emociones. En tal caso cada pensamiento se convierte en un minidisparador de la emoción, y que nos mantiene en el estado de conmoción emocional.
De allí la importancia de callar / detener: dejar de rumiar la situación o problema; detener el flujo de pensamientos que alimentan en forma incremental la emoción, evitando así que ésta se intensifique y alargue su permanencia en el tiempo más allá de los necesario para responder a la situación puntual con que el entorno nos confronta.
No echarle más leña al fuego
Una frase ilustrativa y popular de esta estrategia es “no echarle más leña al fuego”. Un fuego que no se alimenta y atiza termina por apagarse. Se requiere, entonces, poner en paréntesis ese monólogo interno – esos pensamientos – que alimentan y construyen las razones / justificaciones en forma de argumentos y que refuerzan y mantienen activo (alargan) el estado de conmoción emocional.
Para reflexionar:
- ¿Cómo gestiona sus emociones?
- ¿Tiende a pasar de las emociones a los estados de ánimo con facilidad?
- ¿Es consciente de su gestión cognitiva cuando experimentas algunas emociones?
Nos gustaría poder conocer tu opinión y comentarios sobre este tema, y que juntos podamos crecer con el intercambio de opiniones.
Nos sentimos honrados con tu participación.
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