¿Con que argumentos, mapas, autoestima, inteligencia emocional y aprendizajes llega usted a la relación de pareja?
Muchas personas llegan con déficit de carácter al matrimonio, con una inadecuada autoestima, con una hándicap emocional muy grande. Luego en el matrimonio se hace patente su necesidad de crecer, para poder construir relaciones funcionales y nutritivas con su pareja. Eso es lo necesario, pero muchos cónyuges no logran crecer o crecen a ritmos desiguales, lo que hace que se cree un abismo difícil de soslayar en la relación.
La alternativa es sucumbir a establecer una relación dependiente, manipuladora o controladora: una relación inmadura, disfuncional y tóxica, de poca conexión e intimidad, y con poca área de intercepción de intereses, necesidades y deseos, que contribuye escasamente a la creación de un contexto de pareja intimo y lleno de compromiso mutuo.
¿Es usted maduro (a) para una relación de pareja nutritiva?
Estrictamente hablando no es un asunto, por ejemplo, de mejorar su comunicación, ni de adquirir y/o desarrollar algunas técnicas de gestión de conflictos, ni de tener información teórica sobre las relaciones conyugales, sino de crecer como persona: ser madura emocional e intelectualmente. Al fin y al cabo nuestra forma de comunicación o de gestión de conflictos tiene que ver con la clase de persona que somos. Comunicamos, resolvemos conflictos, elaboramos – negociamos – integramos las diferencias, establecemos limites, etc. desde la persona que somos.
¡Es que no tuve suerte al escoger mi pareja!
Muchas personas se quejan de que su infelicidad, conflicto o fracaso matrimonial tienen su origen en la escogencia que hizo del candidato (a). Se dicen:”De haber conocido a la persona adecuada, las cosas hoy serían diferentes en mi vida matrimonial”.
Pero dicen los sociólogos Evelyn Duvall y Reuben Hill:
“El tipo de matrimonio que uno consigue, depende de la clase de persona que se es”.
No se trata meramente de si hizo o no una buena selección – la persona adecuada – sino si usted es la persona adecuada, con las competencias necesarias para la vida en pareja. En última instancia la escogencia tiene que ver mucho con el tipo de personas que somos. Seleccionamos desde lo que somos (con nuestras fortalezas y debilidades). Al respecto dice Fanny Mora: «Dime a quien tienes como pareja y te diré de que careces».
El éxito o el fracaso en el matrimonio vienen de lo que uno ha llevado consigo al matrimonio. Agregan los mencionados autores Evelyn Duvall y Reuben Hill:
”El éxito de su relación matrimonial depende de si usted aporta a la unión el hábito de la felicidad y la capacidad de amar y ser amado. Estos atributos de una personalidad emocionalmente madura es la mejor dote que se puede llevar al matrimonio”.
No se trata de buscar a alguien que me haga feliz o me complete (mi media naranja), sino de unirme- siendo feliz y completo (a) – con alguien que ya por sí mismo (a) es feliz y completo (a).
¿Es usted la persona adecuada para una relación de pareja saludable y nutritiva? ¿Cuál es la dote que usted ha llevado a su matrimonio? Una relación madura, edificante y nutritiva procede de personas maduras.
Mi ideal de pareja: Un producto de la mercadotecnia hollywoodense
Muchas personas acuden al matrimonio con muchas expectativas, ilusiones y fantasías. Cuando se casan o comprometen tienen una imagen del hombre o mujer que quieren: un ideal. Un concepto del esposo (a) que han soñado. Este ideal es producto de mapas y enseñanzas recibidas sus contextos de aprendizaje; también es un concepto influenciado por la cultura en que estamos inmersos. Hay mucho de la cultura de Hollywood en nuestros modelos de relación como parejas occidentales.
Muchas veces la opinión que tenemos de la persona con que nos comprometemos es una proyección idealizada de nuestro concepto de mujer u hombre; de nuestro concepto de pareja. En ocasiones tomamos prestados mapas y modelos de “parejas ideales”, y en cierta medida, procuramos infructuosamente reproducirlos, para terminar comprobando que no nos representan.
Es muy difícil establecer una relación nutritiva y efectiva con una persona ideal, que sólo existe en nuestra mente. ¿Cómo definir roles, cómo establecer expectativas, cómo comunicarme con alguien que no es la persona real? ¿Cómo amar alguien imaginario: un hombre o mujer de fantasía? Amar a la mujer o al hombre ideal es como amar una proyección narcisista de nosotros mismos.
En la relación con una “persona ideal”, la otra persona no es una realidad reconocida como verdaderamente otra, sino más bien es sentida e interpretada como si fuera un doble de nosotros: mi imagen idealizada de hombre o mujer. Una relación así es una relación artificial, estereotipada y sin autenticidad, que siempre nos dejará insatisfechos, vacíos y frustrados.
Se sigue cumpliendo la premisa: escogemos desde quienes somos, con nuestros mapas, creencias, valores, fortalezas y carencias. Escogemos desde la dote que llevamos a la relación de pareja.
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