“Instruye (enseña) al niño en su camino (carrera); y aún cuando sea viejo, no se apartará de él” (Proverbios 22: 6)
Los padres son creadores de la vida. Con la vida va la energía, el aprecio y la autoestima del hijo por sí mismo. Los padres para cumplir su rol de educador – formador necesitan estar presente, hacer contacto con los hijos, formar parte de la trama y la experiencia de ellos. ¿Cómo modelar, por ejemplo, comunicación y cuidado, sin estar presentes los padres en la vida de los hijos? El proceso de educación requiere mucha interacción personal padres – hijos; exige presencia cercana e íntima.
Para educar a los hijos hay que tener presencia en el hogar
Esta presencia no es una presencia nominal, sino activa, cercana y comprometida. Es presencia que forja lazos, vínculos e intimidad en las relaciones. Es una presencia que se traduce en tiempo y espacio de calidad. Hay padres que pernoctan y gravitan en el hogar como “buenos proveedores”, pero su presencia no se siente, no se nota a través de las vivencias compartidas, o la palabra oportuna en momentos de dificultad y confusión, o el abrazo consolador cuando se necesita.
La presencia o ausencia de los padres deja una huella indeleble en la experiencia de los hijos…en sus recuerdos y memorias…en su personalidad. Esa presencia necesita traducirse a acciones y actitudes que comunican la experiencia de ser y pertenecer a una familia. Esa presencia son las manos que tocan y acarician, los labios que besan, los brazos que abrazan, los oídos disponibles que escuchan, los labios que informan, aconsejan y afirman con las palabras.
Los padres no educan a través de clases magistrales, y gracias al uso de medios tecnológicos. Educan a través del contacto: presencia, vínculos, comunicación, conexión. El contacto es la base de toda experiencia y aprendizaje. No se puede educar con ausencia o a control remoto, sino a través del contacto efectivo. No se puede, por ejemplo, enseñar amor sin cercanía, ni se puede enseñar seguridad y confianza en sí mismo a través de una vida ausente.
El contacto es también una forma de modelar para las relaciones interpersonales. La forma como papá y mamá hacen contacto con los hijos, es un modelaje que ellos internalizarán como mapas de contacto y relación. Si el contacto es distante e impersonal, o cercano e íntimo; amoroso y tierno o áspero y maltratador, ese será el patrón que el niño aprenderá e instalará. Esa será la forma y el estilo como él o ella aprenderán a vincularse.
El contacto es esencial e irremplazable como sistema de formación. En palabras de Manuel Barroso:
“Un niño necesita del contacto como necesita del alimento para crecer y vivir. Si lo tiene, los ojos brillarán, su piel tendrá un color más brillante, su cuerpo se moverá y tendrá flexibilidad, vida; crecerá sano y con menor accidentalidad. Una relación sin contactos es una relación sin vida, que deja vacios del alma, sin energía, con expresiones de tristeza y aburrimiento que el niño buscará sustituir con problemas, comidas, y mil ocurrencias, buscando ser tomado en cuenta”.
Y agrega el mencionado autor.”La ausencia de un padre o una madre, es algo más que una pérdida o separación. Es un vacio del alma. Una pérdida significativa de todos los contactos que un niño necesita. La tragedia del abandono está en la destrucción de las referencias y en la pérdida de los contactos, que son los que favorecen el aprendizaje de las competencias”.
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Serie: El hogar: Centro de capacitación de las personas efectivas – Parte V
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