Qué significa ser proactivo
La proactividad es una predisposición a la acción, que surge desde el interior de la persona, desde el centro del propio ser de la persona, como una iniciativa y un acto de responsabilidad por lo que considera su deber ser.
El motivo de la acción proactiva no está alimentado tanto por factores exógenos, como por factores endógenos. Eso quiere decir que la fuerza para amar que motiva la acción en la persona yace en el interior de ella misma. Por otra parte, la proactividad es opuesta a la reactividad, que puede ser vista como una predisposición a la pasividad.
La acción proactiva está basada en el sistema de valores de la persona
Lo que afirma y sostiene la acción proactiva es nuestro sistema de valores. Nos movemos a actuar con iniciativa, compromiso y responsabilidad, en aquellas áreas que están alineadas con nuestros valores. A lo que valoramos es a lo que le ponemos interés, e invertimos tiempo y esfuerzo en hacerlo. Los valores personales son una gran fuente de motivación para la acción, de allí el valor de definir, clarificar y jerarquizar nuestros valores. Así, por ejemplo, si el amor es un valor de vida para nosotros, tomaremos la iniciativa para expresar amor a través de acciones concretas: actos amatorios. Entonces, tenderemos a desarrollar una actitud proactiva ante el amor, que nos movilizará con iniciativa y resolución, en procura del bienestar de otros, basado en la premisa de que hemos adoptado el amor como un principio rector. Lo mismo podriamos aplicar a la honestidad, la laboriosidad y cualquier otro valor.
Proactividad y reactividad: dos actitudes y dos lenguajes
La proactividad y la reactividad se reflejan en el lenguaje que utilizamos, y nuestro lenguaje alimenta nuestra actitud con que abordamos la realidad. Nuestras declaraciones nos programan para avanzar o retroceder.
Hay un tipo de lenguaje – el lenguaje proactivo – que empodera, y hay un tipo de lenguaje – el lenguaje reactivo – que desempodera.
El lenguaje es una herramienta que nos impulsa, nos motiva, nos energiza; o, por el contrario, nos estanca y nos desempodera. De allí la importancia de construir un lenguaje proactivo y positivo. En ese sentido comenta Luis Castellanos:
“El lenguaje positivo en todas sus expresiones (verbal, escrito y gestual) y en todos sus ámbitos (nuestra habla interior, la comunicación interpersonal, la interacción social) es una poderosa herramienta de motivación que nos ayuda a obtener un impulso extra, a veces casi imperceptible, pero realmente importante, para seguir actuando, para convertirnos en los protagonistas de nuestras vidas”.
Por otra parte, nuestro lenguaje condiciona nuestro estilo de afrontamiento de la realidad: optimista o pesimista, reactivo o proactivo. Utilizar un lenguaje optimista y proactivo, entonces, coadyuva con el mejoramiento de nuestra comunicación y nuestras estrategias para relacionarnos con efectividad con el entorno; por el contrario, utilizar un lenguaje pesimista y reactivo nos roba energía y nos aparta de nuestros objetivos.
- Lenguaje reactivo: No puedo hacer nada, yo soy así, debo, tengo, si ocurre…, no puedo manejar emocionalmente esto.
- Lenguaje proactivo: Examinemos nuestras alternativas, puedo optar por un enfoque distinto, elijo, prefiero, puedo regular mis emociones.
¿Cómo es el lenguaje interior (monologo interno) y lenguaje externo (comunicación con otros) que utiliza diariamente: proactivo o reactivo?
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