“La pareja es una danza de conversaciones que se da en un cuerpo que interactúan en lenguaje con otro cuerpo. Danza en la que cada uno de los cuerpos que la ejecuta tiene su propia y única historia, su propia y única identidad, su propio y único escuchar”. Luís Fernando Zea
La relación de pareja no es más que comunicación. Cuando no hay dialogo la relación se agota. La pareja que no conversa no es pareja. La comunicación es una competencia medular para el cultivo y el éxito de la vida de pareja. Como lo expresa Isabel Corpas de Posada:
“La comunicación es constitutiva de la vida de pareja”.
No se puede concebir la vida de pareja con ausencia de la comunicación. La vida de pareja está hecha de muchos fragmentos de comunicación que se integran en un rompecabezas que se llama relación de pareja. Y la pareja es lo que es su comunicación, ni más ni menos. Por eso afirmar enfáticamente que la manera como los cónyuges conversan es reflejo de cómo está marchando la relación. Las conversaciones son como un termómetro que permiten medir el clima y estado de la relación de pareja.
Entendiendo el contexto cultural de mi pareja
Conversar supone el intercambio – escuchar y hablar – de dos que son diferentes en sus contextos de crianza, en el aprendizaje acumulado, con mapas y paradigmas distintos, con temperamentos y personalidades propias y diferentes a la del otro (a), y también con recursos, intereses y necesidades individuales disimiles.
Estas conversaciones ponen de manifiesto el contexto cultural de donde provienen cada uno de los cónyuges, adquiridos de sus respectivas familias, así como estilos, tabúes y secretos de familias de los cuales no se habla, lo cual puede agregarle complejidad y dificultad a las conversaciones. Conversar puede significar algo diferente para cada cónyuge, según sus mapas y aprendizajes de comunicación propios.
Construyendo un contexto para las conversaciones nutritivas
La vida en pareja se construye, en buena medida, por medio de las conversaciones que ocurren a lo largo del ciclo de vida de una pareja. El resultado o producto final de lo que una pareja es al día de hoy, es la suma de muchas conversaciones, o la omisión o carencia de ellas, a lo largo de la vida de la pareja; y de cómo (tono, clima, ritmo, intensidad, frecuencia) fueron esas conversaciones: nutritivas o conflictivas, profundas o superficiales, genuinas o artificiales, espontáneas u obligadas, auténticas o estereotipadas, animadas o protocolares y aburridas, francas y sinceras o cargadas de mentiras, propia o ajenas a las necesidades de los cónyuges, contextualizadas o descontextualizadas, oportunas o extemporáneas, asertivas o pasivas /agresivas, genéricas o específicas y descriptivas.
La conversación en pareja no es un camino libre de obstáculos ni de contratiempos. Conversar en pareja con efectividad es un arte que requiere cultivo y disciplina para poder convertirlo en un instrumento para la interacción efectiva y el crecimiento de la pareja. No siempre la conversación se enrumba por buen camino. Con facilidad surgen las discrepancias y los desacuerdos entre los cónyuges. Lograr el tono, el clima y el ritmo que acompase e incite a conversar, es un proceso de aprendizaje y crecimiento que lleva tiempo. Definir y establecer un contexto que provea intimidad e invite al diálogo, toma tiempo y exige paciencia, intención, enfoque y perseverancia en el objetivo de aprender a conversar.
Muchas de las conversaciones que inician las parejas no terminan bien. A veces, inclusive, conversar (discutir) termina enredando más las cosas. Es probable que en muchos casos estos finales no deseados se deban a la falta de habilidades comunicacionales asertivas. Aprender a conversar en pareja, entonces, requiere práctica y dedicación a ese propósito. Construir una atmosfera donde los cónyuges se sientan cómodos y estimulados a platicar e intercambiar ideas y sentimientos, lleva tiempo y exige esfuerzo. No ocurre de la noche a la mañana. Más aún es un proceso que dura toda la vida, pues, la pareja es un organismo vivo que cambia (preferencias, necesidades, circunstancias, recursos) y evoluciona a través de su ciclo de vida como pareja.
La realidad para muchas parejas es que no se sienten conectados ni en sintonía cuando conversan. No experimentan disfrute y placer en el proceso de comunicarse con su cónyuge. Por el contrario, las conversaciones suelen ser tensas, conflictivas, desgastantes y poco efectivas.
Aprendiendo a danzar (conversar) con mi pareja
Conversar implica una danza en la que se requiere acompasar: adaptarse al ritmo y tiempo del otro (a), para no atropellar, para no rezagarse, para no resultar amenazante e invasivo; para sincronizar y alinear formas y estilos. Implica además aprender a descifrar el código del otro (a), su lenguaje no verbal característico.
Conversar con efectividad en pareja es una destreza que como toda destreza se aprende. Sin embargo, esto no ocurre al azar, ni por generación espontánea. Requiere intencionalidad y decisión. Requiere conocimiento propio, de mi pareja y del los procesos comunicacionales. Demanda además apertura al dialogo, empatía para con el otro; así como el desarrollo de destrezas y habilidades asertivas, tales como la capacidad escuchar activamente, de dar retroalimentación, de definir límites, etc.
Acompasar no es fácil ni automático en la comunicación. Esto se logra más fácilmente en un baile. Pero conversar en sintonía, dialogar a un ritmo, frecuencia e intensidad que llene las expectativas y necesidades de cada cónyuge, es una tarea compleja.
Sobre todo se necesita cultivar la relación. La comunicación con nuestra pareja nunca será superior al nivel de relación que hemos establecido. Tan buena es nuestra relación (amistad, compañerismo, tolerancia, respecto, amor, etc.), tan buena será nuestra comunicación. Nuestra comunicación nunca irá más allá del nivel de relación.
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