La ansiedad: ¿Trastorno mental o señal (síntoma) de alerta?

Arnoldo Arana

Doctorado en Consejería de la Universidad Rhema en Jacksonville, Florida – USA. Maestría en Gerencia de Empresa y Lcdo. en Contaduría Pública. Coach certificado por la ICF. Psicoterapeuta. Escritor y conferencista en liderazgo, coaching y vida familiar.
11 abril 2025

La ansiedad es un estado complejo de definir, y más difícil de determinar en cuanto a sus causas. No tiene una causa única ni tratamiento único.

La ansiedad no es una enfermedad

Comenzaremos diciendo, que a diferencia de lo que reseña el DSM – 5, la ansiedad no es un trastorno mental, no es una enfermedad. En ese sentido, la ansiedad no tiene un tratamiento psicológico. En todo caso, no tratamos la ansiedad (sus síntomas), como no tratamos la fiebre, sino sus causas.

La experiencia de la ansiedad más que ser vista como una enfermedad, o contraria a la salud mental, necesita ser vista como un aspecto intrínseco y normal a todo ser humano, pues ella está implicada en la trama de vida de toda persona.

Dice el psiquiatra José Luís Marín que la ansiedad no es una enfermedad mental per se, sino una emoción válida y normal que todos experimentamos. Lo que ocurre, según el psiquiatra, es que vivimos en una sociedad que ha medicalizado la ansiedad, convirtiéndola en un diagnóstico más que en una señal de que algo en nuestra vida necesita atención.

La ansiedad no tiene cura, pues no es una enfermedad que hay que curar. En todo caso, lo que si tiene cura es lo que genera la ansiedad desadaptativa.

La ansiedad, pues, no debe tratarse solo como una enfermedad que se corrige con medicación, sino como un síntoma de problemas emocionales subyacentes.

La ansiedad es una señal

La ansiedad es un síntoma, un signo, una señal, una alarma del cuerpo y la mente que avisa, un sistema de alerta normal, adaptativo y universal.

Dice el psiquiatra José Luis Marín que la ansiedad es un grito ahogado, una llamada de atención; un grito de miedo que debemos escuchar, una emoción de angustia y desesperación que no sabe cómo ser expresada.

Y dice, además, que necesitamos aprender a escuchar nuestro cuerpo y nuestras emociones, en lugar de apresurarnos a etiquetar y medicalizar el malestar.

Es muy frecuente que, al sentirse abrumado por el estrés, la angustia o la preocupación, se recurra rápidamente a la etiqueta de «ansiedad», convenciéndonos de que padecemos un trastorno psicológico que requiere tratamiento. A eso nos ha acostumbrado la medicina y la cultura. Pero hay el peligro de confundir una respuesta emocional natural con una patología médica.

En lugar, pues, de abordar la raíz emocional y psicosocial del problema, muchas personas buscan respuestas rápidas acudiendo a los médicos, quienes a menudo recetan medicación sin explorar en profundidad la causa subyacente del malestar.

Pero el psiquiatra José Luis Marín propone una alternativa más profunda y humana a la forma en que tratamos la ansiedad. En lugar de etiquetar rápidamente el malestar como una patología que requiere intervención médica, el especialista aboga por un enfoque basado en la escucha activa y la exploración emocional. Según Marín, la ansiedad es un síntoma que debe ser interpretado, y no un diagnóstico preestablecido.

La ansiedad se hace angustia cuando está mal gestionada. La angustia es la manifestación física y emocional del miedo no expresado, un malestar que se ha acumulado y que necesita ser comprendido en su totalidad.

La ansiedad, pues, no siempre requiere tratamiento médico. A menudo, lo que se necesita es un espacio donde poder hablar sobre lo que realmente está ocurriendo, sin presiones sociales ni expectativas externas.

La ansiedad no es solo un trastorno mental o un problema químico en el cerebro, sino una señal de que algo más profundo está sucediendo en la vida de una persona. La ansiedad es un síntoma, no un trastorno mental. Es una señal de alerta o alarma que necesita ser escuchada.

La ansiedad es una experiencia universal

La ansiedad es un fenómeno al que todos estamos expuestos, pues forma parte de la trama de la vida. Y la vida constantemente nos está demandando elecciones y decisiones que activan la ansiedad como un mecanismo adaptativo. Por lo tanto, constantemente el ser humano está expuesto a la experiencia de la ansiedad.

Siendo, entonces, una respuesta adaptativa, su gestión no se debe traducir en eliminarla, lo cual no es conveniente ni posible, sino aprender a gestionarla.

Medicalización y psiquiatrización de la ansiedad

Sin embargo, hay una creciente tendencia de la medicina por definirla y tratarla como una enfermedad, medicalizándola, vale decir, convirtiendo procesos inherentes a la vida humana, en cuadros patológicos, y pretender resolver mediante la medicina, situaciones que no son médicas, sino psicológicas, sociales e interpersonales. Hay, pues, un énfasis de la medicina en psiquiatrizar, colocar una etiqueta de enfermedad, a situaciones que son inherentes a lo humano, como las emociones y sentimientos.

Así, a la timidez y la vergüenza, se les viste de fobia social; a la tristeza, se le etiqueta como depresión; a la preocupación, miedo, anticipación, se le designa como trastorno de ansiedad; a la inquietud, aburrimiento, impaciencia, curiosidad, se le cubre con un manto de TDAH, etc.

Esa es la trampa del diagnóstico que convierte historias de vida en recetas médicas y patologías. Esto lleva a que muchas veces los especialistas de las ciencias del comportamiento humano, terminen haciendo psicoterapia del diagnostico y no de la persona.

La ansiedad no tiene connotaciones morales

Experimentar ansiedad no tiene que tener una connotación negativa. La ansiedad no es buena ni mala, ni positiva ni negativa, es adaptativa y necesaria. No es la villana de la película.

La gestión de la libertad y la responsabilidad

La ansiedad surge de nuestra responsabilidad y libertad, que se enfrentan constantemente con la posibilidad de elegir, pues toda elección tiene riesgos y consecuencias asociadas. Y la vida constantemente nos está demandando elecciones y decisiones. Ese conflicto que se  genera cuando tenemos que elegir y decidir, es lo que activa la ansiedad. Elegir comporta un conflicto.

Y vivir, decía Víctor Frankl, no significa otra cosa que tener la responsabilidad de responder a los problemas vitales, de cumplir las tareas que la vida propone a cada uno de nosotros, ante la exigencia del momento.

Administrar la libertad y la responsabilidad que conlleva la vida, pone sobre cada persona un peso que puede ser difícil de sobrellevar. Y es allí donde tiene lugar la angustia y la ansiedad. Las elecciones que cotidianamente tomamos tienen la capacidad de hacernos sentir con miedo, vulnerables al fracaso, frágiles, incompetentes, aprensivos.

Todos los conflictos generan ansiedad. El tratamiento, pues, de la ansiedad es el tratamiento del conflicto (identificación del conflicto). Más importante, pues, que tratar los síntomas de la ansiedad, es tratar con el miedo subyacente, con el dolor y malestar que acompaña. Hablar de la ansiedad no ayuda.

¿Qué condiciona el manejo de la ansiedad?

Las experiencias y el aprendizaje tempranos afectan la gestión de la ansiedad.

La capacidad para reaccionar a los estímulos amenazantes se aprende en los primeros años de vida. Cuando no se desarrollan las competencias para la vida efectiva, y no se instalan recursos de afrontamientos adecuados, puede hacer que constantemente se sienta amenazado (con ansiedad). En tal estado no se sabe cómo reaccionar ni interpretar muchos de los estímulos e interacciones del entorno, que terminan percibiéndose como amenazantes.

Tu biografía de vida, especialmente la temprana, instala el tipo de recursos y mecanismos de brega con que cuentas. Tu biografía temprana crea conexiones sinápticas que luego te acompañan el resto de tu vida.

Por otra parte, el Dr. Gabo Maté dice que la ansiedad desadaptativa está relacionada con el trauma, el estrés y las experiencias emocionales no resueltas. Según Maté lo que muchas personas perciben como ansiedad es, en realidad, un grito ahogado o una llamada de atención que necesita ser escuchada y comprendida desde un enfoque más humano.

Según el Dr. Maté la ansiedad como respuesta del ser humano tienen raíces en las experiencias de la infancia, particularmente en situaciones de trauma, estrés o falta de seguridad emocional.

Cuando los niños no reciben el apoyo emocional necesario para lidiar con situaciones difíciles, su cuerpo y mente aprenden a estar en un estado de alerta constante, lo que puede derivar en ansiedad en la adultez.

La desconexión emocional como desencadenante de la ansiedad

Para Maté la ansiedad desadaptativa también puede ser un resultado de la desconexión de uno mismo y de los demás. En su opinión, cuando una persona está desconectada de sus propias emociones o no tiene relaciones significativas, la ansiedad puede surgir como una señal de que esa desconexión está afectando su bienestar.

Esa desconexión comienza desde la infancia, como un mecanismo de supervivencia. Cuando nos lastiman en la infancia y la vulnerabilidad es muy dolorosa para soportarla, entonces encerramos nuestra vulnerabilidad. Porque de esa forma “no puedo ser nuevamente atacado y lastimado”. Entonces nos anestesiamos emocionalmente. Cuando se es herido siendo niño, como no se puede huir ni contraatacar, la forma de protegerse es desconectarte de sus sentimientos. El trauma es esa desconexión de uno mismo. La fractura del yo. Pero la desconexión se hace herida.

La desconexión emocional propicia la ansiedad

La tendencia a desconectarse de las emociones, por anestesia emocional, por represión de las mismas, se traduce en mucha presión interna, pues las emociones claman por una resolución, buscan expresarse. Este esquema hace brotar la ansiedad, como una fuerza que nos empuja a atender la necesidad de sentir.

En el fondo la ansiedad más que una emoción es el resultado de no vivir plenamente las emociones. La ansiedad se relaciona con la pérdida de la capacidad de experienciar y vivir las emociones.

La ansiedad surge, entonces, como un lenguaje extremo y desesperado del organismo para permitir que surjan las emociones que se han enterrado. De esta forma la ansiedad se convierte en la descarga de todas las emociones acumuladas y no expresadas.

Esa desconexión se manifiesta en forma importante en el cuerpo. La ansiedad puede provocar sensaciones de desconexión del cuerpo, que pueden ser un mecanismo de defensa del cerebro ante el sufrimiento emocional. Al experimentar esa desconexión de sí mismo, la persona se puede sentir muy insegura, indefensa y vulnerable. Eso hace que la persona pemanezca en estado de alerta.

De esta forma la ansiedad se presenta con un lenguaje extremo del cuerpo para expresar todo lo no expresado. «El cuerpo habla lo que la boca calla».

El trauma detrás de la ansiedad

Cuando se experimenta un trauma, sobre todo a edad temprana, las emociones dolorosas y abrumadoras pueden ser demasiado difíciles de manejar, por lo que el niño adopta mecanismos de defensa para desconectarse y protegerse. Estos mecanismos de defensa pueden manifestarse como evitación emocional, negación o desconexión de las propias emociones. Con el tiempo si este mecanismo necesita ser usado como mucha frecuencia, se instala como un rasgo del carácter, como una forma de ser y estar en el mundo.

Uno de los factores clave, pues, en la ansiedad desadaptativa son las experiencias traumáticas en la infancia y los vínculos emocionales inseguros, como la falta de una conexión segura y amorosa durante la infancia que conduce a una sensación constante de inseguridad en la vida adulta.

Un enfoque puesto más en las causas de la señal que en la señal misma

Las causas de la ansiedad no hay que buscarlas afuera, sino adentro. Está en esos factores profundos que forman parte de lo que somos, y que trabajan a nivel de nuestras creencias, formas aprendidas de comportamientos, manejo de nuestras relaciones y emociones.

Es desde la fragilidad interna, la inseguridad, el bajo autoconcepto, la vulnerabilidad, la carencia de recursos de afrontamiento y las disfuncionalidades propias que la ansiedad toma más fuerza en nuestras vidas. Los síntomas son sólo la manifestación de algo más profundo. Y los síntomas no pueden eliminarse sin eliminar las causas profundas. El síntoma no puede tratarse separado de lo que lo ha originado, pues el síntoma no aparece de la nada, sino en conexión con una realidad interna.

Se necesita, entonces, reconocer lo que desde adentro impulsa la ansiedad, para hacerlo visible, comprenderlo e integrarlo, sanarlo, resolverlo.

Podemos decir que la ansiedad puede estar latente o dormitando, cuando hay dentro de nosotros ciertos rasgos, actitudes, creencias, aprendizajes, etc. Y cuando estas causas se acumulan, hacen uso de los disparadores que están en el ambiente para manifestarse.

La metáfora del iceberg

La ansiedad es como un iceberg. En la parte que aflora de la superficie experimentamos las sintomatología, los síntomas que experimentamos (físicos, emocionales, cognitivos y conductuales). Pero los síntomas son sólo la manifestación de algo más profundo. La parte sumergida del iceberg, que es la parte más grande, son las causas profundas (físicas, mentales, emocionales), la base que soporta, nutre y mantiene la ansiedad.

A modo de conclusión

La ansiedad desadaptativa no es un síntoma aislado, sino una respuesta natural del cuerpo y la mente a experiencias pasadas traídas al presente. Tiene sus raíces en traumas emocionales y patrones disfuncionales de comportamiento adquiridos.

En lugar de buscar soluciones rápidas, como medicamentos psiquiátricos o técnicas de relajación superficial, los expertos nos instan a explorar las causas subyacentes y a enfrentarlas. Es fundamental que las personas trabajen para comprender y abordar las causas profundas de su ansiedad, en lugar de simplemente suprimir los síntomas.

Para abordar la ansiedad de manera efectiva debemos comenzar por mirar hacia adentro y explorar nuestras historias. Esto implica confrontar y sanar los traumas, así como cultivar relaciones emocionalmente seguras y que apoyen a lo largo de la vida con compromiso.

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